El 5 de febrero es el día de Santa Ageda, aunque en Euskal Herria la fiesta comienza de víspera. La tarde-noche del 4 de febrero los pueblos se abarrotan de coros y cuadrillas que recorren las calles y los barrios cantando coplas en honor a la mártir siciliana, a quien la leyenda cuenta, que un tirano cortó los pechos por no acceder a sus deseos.
En origen se trataba de una jornada de afirmación de la mocedad hasta el
punto que en algunos pueblos el alcalde cedía la vara de mando a un
joven para que durante todo el día ejerciese de primera autoridad. Eran
jóvenes en edad de ir a realizar el servicio militar (los quintos) los
que se agrupaban e iban de puerta en puerta cantando coplas y recogiendo
dinero o diferentes viandas para realizar una comida o merienda.
Hacia la década de los años sesenta, coincidiendo con una mayor
incorporación de las féminas a todo tipo de actos, y del auge del
nacionalismo, la popularidad de la fiesta aumentó de forma considerable.
El resultado de las eskeas se empezó a destinar para las ikastolas,
para los presos políticos y sus familias y para todo tipo de causas
sociales.
A
pesar del toque religioso de las coplas, esta fiesta conserva y refleja
el rito pagano de golpear el suelo con las makilas. Un golpeo rítmico y
penetrante que quiere despertar a la naturaleza del letargo del
invierno. Es el tiempo del despertar de la Tierra, la transición entre
el invierno y la primavera. Antes de que el cristianismo llegase a
tierras vascas, sus gentes ya celebraban ritos en mitad del invierno que
buscaban el retorno de la luz, por lo que la tierra era golpeada con
palos y azadas para hacerla despertar poco a poco y poner fin a la época
de oscuridad.
Fuente: Recopilación de distintas fuentes.
Un ritual más que muestra la riquisima mitología vasca
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