Los medios occidentales y los de las monarquías del Golfo nos quieren hacer creer que los yihadistas se alimentan principalmente de la lectura del Corán. La realidad es que su principal alimento es el Captagon. Su consumo convierte a los miembros del Estado Islámico en auténticas máquinas de matar y su contrabando les reporta cientos de millones de dólares al año.
¿Pero que es el Captagon? Hagamos un flasback.... En la película Quadrophenia, esa entrañable pieza de cine concebida por The Who, aparecen unas bolsas de plástico trasparentes llenas de píldoras de color azul eléctrico. Los personajes de la película las consumen sin ningún recato hasta que a uno de ellos le da un ataque de psicosis anfetamínica. Aquellas atractivas píldoras eran una de las señas de identidad de los Mod ingleses y las llamaban Purple Hearts, aunque su verdadero nombre era Captagon.
Los jóvenes trabajadores ingleses de los años 60, al igual que los personajes de Quadrophenia, también consumían esas anfetaminas para sacarle más rendimiento al fin de semana, en lugar de hacer dos fiestas saliendo solo la noche del viernes y la del sábado, hacían una sola fiesta continua de 48 horas aprovechando la aceleración que producían las pastillas. Como el narcotráfico en esa época no era la boyante industria que es hoy, el Captagón lo compraban en las farmacias. En 1986 se prohibió su venta y se dejó de fabricar por los desastrosos efectos secundarios y la fuerte adicción que provocaba . Sin embargo en el año 2011, la OTAN inició de nuevo su producción en un laboratorio en Bulgaria y ahora se produce masivamente en todo Oriente Próximo.
El pasado 28 de octubre, la policía libanesa llevó a cabo la mayor operación antidroga de la historia del aeropuerto de Beirut, que se saldó con la incautación de dos toneladas de Captagon, además de cocaína. Pero el alijo no pertenecía a la mafia local, ni a la rusa, ni a la turca. Su propietario era un miembro de la casa real de los Saud, los gobernantes de Arabia Saudí. Dos toneladas de pastillas no se esconden así como así, pero el hecho de disponer de avión propio hizo pensar al príncipe saudí que con meterlas en cuarenta paquetes era suficiente. Se trata del alijo más grande incautado nunca en el aeropuerto beirutí.
Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el Captagon mueve millones de dólares, se calcula que su venta podría producir cientos de millones de dólares de beneficio que se utilizan para proveer de armamento y por supuesto, también se usa para el consumo entre los combatientes yihadistas que mezclado con otras drogas como el hachís, forma parte de su ración alimenticia básica. Una dosis de esa píldora provoca estado de euforia, una gran resistencia al dolor, al hambre, el sueño, así como una perdida total de empatía que podría explicar el salvajismo con que estos mercenarios actúan.
En la actualidad el escenario donde se desarrolla ese espantoso panorama es Siria, miles de mercenarios reclutados en las cárceles saudíes y en los antros del bajo mundo delincuencial de los países islámicos, son alentados por la retrograda propaganda wahabí del Golfo Pérsico a alistarse para ir a combatir a Siria. Estos nuevos reclutas, en un elevadísimo porcentaje, permanecen eternamente drogados y privados de todo sentido. Gracias a las virtudes del captagon, el yihadismo tiene una de sus mejores armas secretas: Les vuelve insensibles, resistentes al dolor físico, les brinda energía extrema, no sienten cansancio, pueden pasar sin tomar alimentos jornadas enteras y además cuando el elevado consumo de esta droga les causa psicosis, pueden llegar a ser imperturbables para cometer suicidio, se lanzan como animales rabiosos a un sacrificio inminente sin tener el más mínimo temor a la muerte.
Según los informes policiales, los supervivientes de los atentados de París del pasado viernes, describen a los terroristas como individuos fríos que mataban con calma absoluta y sin dudar. Con la misma tranquilidad posteriormente se inmolaron. La versión digital del diario Le Figaro publicó el impresionante testimonio de un hombre que estuvo cara a cara con los asaltantes yihadistas del Bataclan. Según cuenta, estaba una consumición en el exterior del restaurante cuando vio un automóvil estacionar junto a él, fue a decirles que estaba mal estacionado y entonces pudo verles las caras que en su opinión parecían muertos vivientes como si estuvieran drogados.
Estas descripciones junto al hecho de que las fuerzas de seguridad hallaran un juego de jeringuillas en el hotel donde estuvieron alojados los yihadistas, hace pensar que los autores de las matanzas iban drogados cuando llevaron a cabo los ataques. De hecho y según el semanario parisino Le Point, la policía gala investiva si los asesinos habían consumido Captagon, ya que en el pasado mes de junio, el autor del atentado de Tunes se encontraba bajo la influencia de dicha droga.
Lo que queda bastante claro tras todos estos datos, es que la motivación religiosa de estos mercenarios, salidos en su mayoría del lumpen, es bastante escasa. Más bien buscan placeres mundanos a los que en un entorno normal no tendrían jamás acceso: esclavas sexuales, drogas en abundancia, impunidad para violar, matar y cometer todo tipo de delitos.