En el Día Mundial de la Libertad de Prensa que hoy se conmemora, todos los medios de comunicación aprovechan para hacer su reflexión sobre los tópicos de siempre: esos reporteros arriesgándose a que les vuelen la cabeza en los frentes de guerra o jugándose el pasaporte en las fronteras de los regímenes no democráticos aquí y allá, e historietas épicas similares. Pocos han hecho una reflexión profunda sobre los verdaderos riesgos que la "Prensa Libre" sigue corriendo hoy día y que se ocultan, principalmente, dentro de la propia profesión, no en el curso de su ejercicio.
Para ilustrar el tema, traigo la célebre anécdota de John Swinton, jefe de redacción del The New York Times durante varios años y que, a principios del siglo XX, durante un almuerzo en su honor por la recién alcanzada jubilación, se atrevió a revelar lo siguiente, cuando uno de sus colegas quiso hacer un brindis por la prensa independiente:
"No existe lo que se llama prensa independiente, a menos que se trate de un periódico de una pequeña villa rural. Vosotros lo sabéis y yo lo sé. No hay ni uno solo entre vosotros que ose expresar por escrito su honrada opinión, pero, si lo hiciera, sabéis perfectamente que vuestro escrito no sería nunca publicado.
Me pagan 150 dólares semanales para que no publique mi honrada opinión en el periódico en el cual he trabajado tantos años. Muchos, entre vosotros, reciben salarios parecidos por un trabajo similar… y si uno cualquiera de vosotros estuviera lo suficientemente chiflado para escribir su honrada opinión se encontraría en medio de la calle buscando un empleo cualquiera, exceptuando el de periodista.
El trabajo de periodista de Nueva York consiste en destruir la verdad, mentir claramente, pervertir, envilecer, arrojarse a los pies de Mammón, vender su propia raza y su patria para asegurarse el pan cotidiano. Vosotros lo sabéis, y yo lo sé; así pues ¿A qué viene esa tontería de brindar a la salud de una prensa independiente?
Somos las herramientas y los lacayos de unos hombres extraordinariamente ricos que permanecen entre bastidores. Somos unos polichinelas; ellos tiran de los hilos y nosotros bailamos al son que ellos quieren. Nuestros talentos, nuestras posibilidades y nuestras vidas, son propiedad de otros hombres. Nosotros somos unos prostitutos intelectuales”.
Y si ya a principios del siglo XX John Swinton nos dejaba claro que la prensa independiente no existe, hoy en día son bastantes los teóricos de la comunicación que sostienen que es muy común confundir libertad de prensa con libertad de empresa, a día de hoy la libertad de expresión se entiende como libertad de empresa que permite vender noticias, ideas, interpretaciones subjetivas de la realidad como un producto más que compite libremente en el mercado, un mercado en el cual un pequeño número de empresarios poderosos con influencias comerciales, políticas, y vínculos familiares, son asimismo dueños de la mayoría de los medios de comunicación.