Gaza es uno de los lugares con mayor densidad de población sobre el planeta. Casi dos millones de palestinos viven bajo el horror de un asedio israelí casi permanente que la convierte en la prisión a cielo abierto mas grande del mundo. Es un enorme guetto, con sólo cuarenta y tres kilómetros de largo y diez de ancho. La mayoría de sus habitantes son refugiados que han vivido en campos desde que fueron expulsados de Israel en 1948. Desde la segunda Intifada palestina, que comenzó en septiembre de 2000, ninguno de los cuarenta mil trabajadores de Gaza ha podido cruzar la frontera con Israel.
En Gaza, las cifras son impactantes: de los 1,8 millones de ciudadanos que se cuentan en la población total, casi un millón son niños. Cuatro de cada cinco familias no tienen una fuente de ingresos estable y siete de cada diez personas dependen de la asistencia humanitaria. Aislados del resto del mundo, los habitantes de Gaza tienen carencias de todo tipo: electricidad, agua, medicamentos y empleo. Sin embargo, lo que más necesitan es la esperanza de un mañana mejor.
La enumeración de acciones criminales por los Estados a lo largo de la Historia sería interminable, pero de entre todos, por su sadismo, reiteración, impunidad, maldad y desproporcionalidad, el Estado criminal de Israel es, sin duda ninguna, el que se lleva la palma del desprecio y condena más contumaz por parte de cualquiera que tenga un mínimo de sensatez y de sangre en las venas.
Israel es el único Estado del mundo que, incumpliendo la Resolución 242 de la ONU, no ha fijado sus límites fronterizos para legitimar así el robo constante de sus tierras a los palestinos a través de despiadadas y criminales “colonizaciones”, aun hoy en día, los sionistas siguen diciendo que la frontera de Israel está donde se encuentra el último kibutz y de hecho su superficie sigue creciendo y con cada nueva guerra contra sus vecinos árabes, Israel prosigue con esta lógica implacable: ocupar militarmente el espacio, desalojar por medio de la violencia a sus pobladores e, inmediatamente, anexionar el territorio al Estado para asentar nuevos colonos judíos.
Aunque los Estados cuentan siempre con la impunidad de sus desmanes, lo de Israel supera todos los límites por el descaro, prepotencia y desprecio con el que se muestran, sin el menor escrúpulo, ante la comunidad internacional, asesinando a discreción a civiles de cualquier condición, bombardeando hospitales, amenazando y asesinando periodistas y activistas de ONG como la Cruz o la Media Luna Roja, entre otras muchas y, sometiendo, desde hace ya doce años, al escaso territorio que todavía no le han robado al pueblo palestino a un bloqueo que repudia una conciencia mínimamente sana.