Los orígenes de la fiesta son sin duda los ritos paganos de culto a los muertos. A finales del primer milenio, San Odilón, abad del Monasterio de Cluny, al sur de Francia, instauró en el día 2 de noviembre la festividad de Todos los Fieles Difuntos para la orden benedictina y en el siglo XIV, Roma la hizo suya y extendió la festividad a toda la cristiandad, aunque hoy en día la fiesta mas conocida vuelve a ser una fiesta pagana, la fiesta de Halloween, un rito celta de culto a los muertos que utiliza calabazas vaciadas con forma de cabeza y con una vela en su interior que viajó de Irlanda a Estados Unidos de donde regresó con toda la potencia del marketing hollywoodense.
En el Estado español dicha fiesta se popularizó gracias al éxito que obtuvo la película “La noche de Halloween” dirigida por John Carpenter en 1978. Hasta entonces había sido una celebración bastante ajena ya que en esa época se acostumbraba a celebrar la víspera de Todos los Santos comiendo castañas, boniatos, panellets, huesos de santo y acudiendo a las tradicionales representaciones de Don Juan Tenorio.
Desde que en los albores de la humanidad el hombre empezó a enterrar a sus muertos, ha sentido la necesidad de seguir manteniendo un lazo invisible con sus seres queridos. Durante la celebración de la noche del 31 de octubre al primero de noviembre, el sentimiento de proximidad con los difuntos era tal, que se creia que cualquier ser vivo podía descender al mundo inferior para comunicarse con ellos en una especie de confusión cósmica, lo que dio lugar al nacimiento de una multitud de leyendas al respecto. Durante esta noche, los muertos podían estar entre los vivos, era el tiempo cuando el velo entre los mundos estaba más delgado y los vivos podían también comunicarse con sus seres queridos ya fallecidos.
Las Fiestas de Todos los Santos y Difuntos son, en sus raíces, fiestas otoñales que nos anuncian la inminente proximidad del invierno. La tierra, símbolo femenino, aparece yerma en esta época del año, cubierta de rastrojos, después de la tala o la siega hechas en julio o en agosto, pero después de recibir la semilla, símbolo masculino, esta tierra se torna en esperanza de continuidad de la vida para todos los humanos. Estas fiestas representan, en cierta manera, un momento de acuerdo o de reencuentro entre el mundo de los muertos, simbolizados en el mundo real por la tierra yerma, y el mundo de los vivos, simbolizados por las semillas que se sembrarán y que harán posible la vida en el futuro.
En nuestro mundo rural, el otoño era el fin de la temporada de las cosechas y el comienzo de la época oscura: las noches se alargan, va a hacer cada vez más frío y habia que asegurarse de tener suficiente alimento para el invierno. Era la época en la cual el mundos de los vivos y de los muertos estaba más cerca que nunca, y era un buen momento para reflexionar sobre la vida y la muerte para recordar a las personas que ya no están, para embotar las últimas cosechas y replegarse en las cocinas, donde ardía el fuego del hogar.
En ese mundo rural las fiestas paganas de otoño en gran parte de la geografía peninsular fueron los Magostos, Castanyadas o Gaiztanerre eguna. Hay referencias sobre luminarias hechas de calabazas y de nabos para alumbrar la noche de ánimas o Gau Beltza hasta mediados del siglo pasado y en muchos lugares se conserva la tradición de cantar y de pedir de puerta en puerta una aportación -monetaria o en especie- para las almas en pena del purgartorio la misma noche de difuntos. Sin embargo con el éxodo rural, todas esas tradiciones se fueron perdiendo y no regresaron hasta décadas después disfrazadas de calabaza y cantadas en inglés.
En ese intervalo de tiempo, el indiscutible protagonista de la víspera de los Santos fue Don Juan Tenorio, la temática y la moraleja del drama de Zorrilla resultaban pintiparados para adoctrinar a las masas en los valores y la moral de la época franquista. Fueron décadas de emisiones de Estudio 1 de RTVE con Paco Rabal encarnando al aguerrido burlador de Sevilla y una maquilladísima Concha Velasco en su papel de la novicia seducida Doña Inés. Durante años, ellos fueron la imagen de una fiesta de dulces, cementerios y recato por lo que no es de extrañar que el Halloween hollywoodense entrara con tanta fuerza.
Por lo tanto decir que esta festividad de Halloween (que literalmente significa Víspera de Todos los Santos) le es ajena a las gentes de los pueblos del Estado no es que sea atrevido, es que es falso, no hay mas que escarbar un poco en las tradiciones populares para ver que la Gau Beltza o Arimen gaua, y el Magosto (“kastañarre-eguna” o “Gaiztanerre“, “castanyadas“, “magostos” o “magustos“, entre otros nombres) eran celebraciones idénticas al Halloween.
Fuente: Euskomedia