Donostia 1900: ¿Por qué tener vacaciones escolares los meses de verano, cuando las fiestas son en invierno?
Había unanimidad. Vecinos, regidores y cronistas se preguntaban: ¿por qué cerrar los colegios en verano? El propio Ayuntamiento debía hacer ver a Madrid que el asunto no tenía lógica. En San Sebastián durante los meses de verano no hacía tanto calor como para no poder ir a estudiar. A principios del siglo XX lo de la playa estaba todavía en mantillas. Para ir a bañarse primero había que sentirse enfermo, luego visitar al galeno. Entonces ¿Para qué perder tres meses de vacaciones cuando luego, en realidad, cuando se perdían días de trabajo era en invierno?
Desde Santo Tomás hasta Reyes, desde San Sebastián hasta la Candelaria y desde San Blas hasta el Miércoles de Ceniza, aquí no estudiaba nadie, luego... ¿porqué no cambiar el calendario escolar?
Una de las personas que mejor entendió este periodo festivo, fue el maestro Sarriegui, quien además de componer músicas para «todo el año», basó su actividad en sus famosos Carnavales Donostiarras. Conoció en estas fechas suficiente inspiración como para dotar a cada jornada festiva de sus correspondientes partituras.
Desde la tamborrada del Día de San Sebastián hasta la Marcha del Entierro de la Sardina, el hombre sabía que cada fin de semana había una fiesta, además de las intermedias de precepto, y a todas ellas dotó de su sabía ciencia musical.
La tamborrada, como diana, despertaba a los donostiarras del letargo del invierno, anunciando los bueyes ensogados; los caldereros pregonaban, pregonan, la llegada del dios Momo; las Iñudes sacan a ellos y ellas a la calle para días más tarde recibir con la Marcha Triunfal del Carnaval a todo el pueblo que, por fin, llorará con la fúnebre humorada de la Marcha del Entierro de la Sardina.
Fiestas y más fiestas que entre las intermedias tenían como protagonista al bueno de San Blas, en cuya fecha «las cigüeñas verás, porque si no las vieres, año de nieves». Y tras San Blás, Santa Ágeda y sus coros de chicos y chicas jóvenes que recorrían las casas pidiendo el aguinaldo . El ruido de las makilas, el fuego de las velas que se lucen en los faroles y el agua bendita son elementos que no faltaban en muchos de los coros que recorrían las calles en esa fiesta.
Fuente: Diario Vasco