“Olentzero joan zaigu mendira lanera
intentzioarekin ikatz egitera.
Aditu duenian Jesus jaio dela
lasterka etorri da berri ona ematera.”
Traducción:
“Olentzero se ha ido al monte a trabajar
con la intención de hacer carbón.
Cuando ha oído que ha nacido Jesus
ha venido corriendo a dar la buena noticia”
Olentzero no tiene nada que ver con el Niño Jesus y ya va siendo hora de que su verdadero significado sea reivindicado.
Para
 quien no sepa de que estamos hablando, decir que Olentzero  es una 
especie de Papa Noel que trae regalos a los niños y niñas vascos  el día
 de Navidad. No es precisamente un personaje agraciado. Carbonero  de 
oficio, es gordo, cabezón, mal vestido, sucio por el carbón y  
aficionado a la bebida. Todo un dechado de virtudes, vamos. Pero que  
tiene su historia y no es la que se nos cuenta. En Betelu (Navarra) se  
cuenta que Olentzero tenía 365 ojos. Esto nos da una pequeña pista de  
por donde puede venir el personaje. Pero, para entender de que hablamos,
  volvamos la vista atrás.
El embrión del calendario por el que nos regimos en la 
actualidad es el calendario instaurado por Julio Cesar,  asesorado por 
el sabio alejandrino Socígenes, en el 45 aC,  aproximadamente. En el 
estableció la duración del año en 365,25 días.  Para corregir ese 
desfase de un cuarto de día, se decidió repetir el día  sexto antes del 
comienzo del año romano. Este empezaba en marzo porque,  una vez pasado 
el invierno, era cuando se ponían en marcha las campañas  militares. Se 
repetía el sexto día, bis sextus. Nuestros bisiestos,  efectivamente.
Lógicamente,
 el año no dura exactamente 365 días y cuarto, por lo  que, con el 
transcurrir de los años, el ligero desfase que seguía  existiendo, se 
fue acumulando. Y así llegamos al Concilio de Nicea  del año 325. Que es
 donde radica una de las claves del problema de  nuestro pobre 
Olentzero. Entre otras muchas cosas, allí se decidió el  cálculo de la 
celebración de la fecha de Pascua. Se estableció que el  domingo de 
Resurrección se celebrase el domingo siguiente a la primera  Luna de la 
primavera. Y en ese año el equinoccio de primavera fue el 21  de marzo. 
En tiempos de Julio Cesar, el equinoccio de primavera era  alrededor del
 24 de marzo…y el solsticio de invierno el 24 de diciembre.  ¿Nos suena 
de algo ese día? Solsticios y equinoccios se habían  adelantado 3 días 
debido a que el calendario Juliano no era exacto.
Un par 
de comentarios al respecto. Esa decisión del Concilio de Nicea  explica 
dos cosas. Por un lado que en Semana Santa siempre “toque” Luna  Llena. 
Y, por otra parte, que el 24 de diciembre y el solsticio de  invierno 
quedasen desligados para siempre.
Para rematar esta parte 
de la historia, decir que, como no se corrigió, el error se fue 
acumulando. Cuando comenzó el Concilio de Trento,  en 1545, se habían 
acumulado 10 días más de desfase. El equinoccio de  primavera era ya el 
11 de marzo. Una de las decisiones de ese concilio  fue acometer la 
reforma del calendario para hacerlo cuadrar de nuevo con  las 
celebraciones litúrgicas. Se creó una comisión que dio lugar al 
calendario gregoriano,  que es por el que nos regimos actualmente. 
Básicamente el cambio  consistió en que, en adelante, no serían 
bisiestos los años múltiplos de  100. Salvo los múltiplos de 400, que sí
 seguirían siéndolo. Además, se  suprimieron 10 días y, al 4 de octubre 
de 1582 le siguió el 15 de  octubre.
Retomemos,
 finalmente, a Olentzero. Olentzero es, evidentemente, un  personaje 
pagano relacionado con el solsticio de invierno. Que tenía  lugar el 24 
de diciembre. El sol va perdiendo fuerza y altura a mediodía  desde 
solsticio de verano. De alguna manera, va muriendo, como la  naturaleza,
 según avanza el otoño. Y, en el solsticio de invierno, el  Sol alcanza 
la menor altura del año a mediodía. Pero se trata de un  punto de 
inflexión. Resurge. Irá ganando altura al mediodía, recuperando  el 
vigor perdido, y traerá consigo el resurgimiento de la Naturaleza  con 
la primavera. Eso es lo que viene a anunciar Olentzero, no el  
nacimiento de Jesús. De ahí que esté relacionado con la naturaleza, el  
calor (carbón),… Y, según la etimología, su nombre hace referencia esta 
 época del año.
Cuando el cristianismo se expandió, en vez de suprimir las festividades paganas previas lo que hizo fue adaptarse a la mayoría de ellas (Carnaval no le cuadró y se prohibió). Por eso se situó el nacimiento de Jesús el 24 de diciembre, para colocar esa celebración sobre las fiestas solsticiales. Está claro que lo que cuentan los evangelios no sucede en invierno. ¿Pastores durmiendo a la intemperie en pleno invierno?
Nos cambiaron el cuento, el viejo carbonero Olentzero nunca bajó del monte para anunciar el nacimiento de un niño, y nos lo siguen cambiando, hoy ya no baja del monte sino que llega desde los centros comerciales como reclamo publicitario incitando al consumo compulsivo..... Por eso reivindiquemos su verdadera historia, cantemos en adelante:
Olentzero joan zaigu mendira lanera
intentzioarekin ikatz egitera.
Aditu duenian EKI jaio dela
lasterka etorri da berri ona ematera.
Traducción:
Olentzero se ha ido al monte a trabajar
con la intención de hacer carbón.
Cuando ha oído que ha nacido el SOL
ha venido corriendo a dar la buena noticia
Ya, ya sabemos que la nueva letra no triunfará. Pero sería más respetuosa con nuestras tradiciones. Eso sí, cuando lo veáis por las calles, sentid cariño por ese maltratado personaje de nuestra mitología.



Horra, horra, gure Olentzero
ResponderEliminarpipa hortzetan dula eserita dago
kapoiak ere baitu arrautzatxuakin
bihar meriendatzeko
botila arduakin.
Olentzero guria ezin degu ase
bakarrik jan dizkigu
hamar txerri gazte
saieski ta solomo
majina bat heste
EKI jaio da eta
kontsola zaitezte
Horra,