lunes, 24 de diciembre de 2012

Olentzero y solsticio de invierno


“Olentzero joan zaigu mendira lanera
intentzioarekin ikatz egitera.
Aditu duenian Jesus jaio dela
lasterka etorri da berri ona ematera.”

Traducción:

“Olentzero se ha ido al monte a trabajar
 con la intención de hacer carbón.
Cuando ha oído que ha nacido Jesus
ha venido corriendo a dar la buena noticia”

Olentzero no tiene nada que ver con el Niño Jesus y ya va siendo hora de que su verdadero significado sea reivindicado.

Para quien no sepa de que estamos hablando, decir que Olentzero es una especie de Papa Noel que trae regalos a los niños y niñas vascos el día de Navidad. No es precisamente un personaje agraciado. Carbonero de oficio, es gordo, cabezón, mal vestido, sucio por el carbón y aficionado a la bebida. Todo un dechado de virtudes, vamos. Pero que tiene su historia y no es la que se nos cuenta. En Betelu (Navarra) se cuenta que Olentzero tenía 365 ojos. Esto nos da una pequeña pista de por donde puede venir el personaje. Pero, para entender de que hablamos, volvamos la vista atrás.


El embrión del calendario por el que nos regimos en la actualidad es el calendario instaurado por Julio Cesar, asesorado por el sabio alejandrino Socígenes, en el 45 aC, aproximadamente. En el estableció la duración del año en 365,25 días. Para corregir ese desfase de un cuarto de día, se decidió repetir el día sexto antes del comienzo del año romano. Este empezaba en marzo porque, una vez pasado el invierno, era cuando se ponían en marcha las campañas militares. Se repetía el sexto día, bis sextus. Nuestros bisiestos, efectivamente.

Lógicamente, el año no dura exactamente 365 días y cuarto, por lo que, con el transcurrir de los años, el ligero desfase que seguía existiendo, se fue acumulando. Y así llegamos al Concilio de Nicea del año 325. Que es donde radica una de las claves del problema de nuestro pobre Olentzero. Entre otras muchas cosas, allí se decidió el cálculo de la celebración de la fecha de Pascua. Se estableció que el domingo de Resurrección se celebrase el domingo siguiente a la primera Luna de la primavera. Y en ese año el equinoccio de primavera fue el 21 de marzo. En tiempos de Julio Cesar, el equinoccio de primavera era alrededor del 24 de marzo…y el solsticio de invierno el 24 de diciembre. ¿Nos suena de algo ese día? Solsticios y equinoccios se habían adelantado 3 días debido a que el calendario Juliano no era exacto.

Un par de comentarios al respecto. Esa decisión del Concilio de Nicea explica dos cosas. Por un lado que en Semana Santa siempre “toque” Luna Llena. Y, por otra parte, que el 24 de diciembre y el solsticio de invierno quedasen desligados para siempre.

Para rematar esta parte de la historia, decir que, como no se corrigió, el error se fue acumulando. Cuando comenzó el Concilio de Trento, en 1545, se habían acumulado 10 días más de desfase. El equinoccio de primavera era ya el 11 de marzo. Una de las decisiones de ese concilio fue acometer la reforma del calendario para hacerlo cuadrar de nuevo con las celebraciones litúrgicas. Se creó una comisión que dio lugar al calendario gregoriano, que es por el que nos regimos actualmente. Básicamente el cambio consistió en que, en adelante, no serían bisiestos los años múltiplos de 100. Salvo los múltiplos de 400, que sí seguirían siéndolo. Además, se suprimieron 10 días y, al 4 de octubre de 1582 le siguió el 15 de octubre.


Retomemos, finalmente, a Olentzero. Olentzero es, evidentemente, un personaje pagano relacionado con el solsticio de invierno. Que tenía lugar el 24 de diciembre. El sol va perdiendo fuerza y altura a mediodía desde solsticio de verano. De alguna manera, va muriendo, como la naturaleza, según avanza el otoño. Y, en el solsticio de invierno, el Sol alcanza la menor altura del año a mediodía. Pero se trata de un punto de inflexión. Resurge. Irá ganando altura al mediodía, recuperando el vigor perdido, y traerá consigo el resurgimiento de la Naturaleza con la primavera. Eso es lo que viene a anunciar Olentzero, no el nacimiento de Jesús. De ahí que esté relacionado con la naturaleza, el calor (carbón),… Y, según la etimología, su nombre hace referencia esta época del año.

Cuando el cristianismo se expandió, en vez de suprimir las festividades paganas previas lo que hizo fue adaptarse a la mayoría de ellas (Carnaval no le cuadró y se prohibió). Por eso se situó el nacimiento de Jesús el 24 de diciembre, para colocar esa celebración sobre las fiestas solsticiales. Está claro que lo que cuentan los evangelios no sucede en invierno. ¿Pastores durmiendo a la intemperie en pleno invierno?

Nos cambiaron el cuento, el viejo carbonero Olentzero nunca bajó del monte para anunciar el nacimiento de un niño, y nos lo siguen cambiando, hoy ya no baja del monte sino que llega desde los centros comerciales como reclamo publicitario incitando al consumo compulsivo..... Por eso reivindiquemos su verdadera historia, cantemos en adelante:

Olentzero joan zaigu mendira lanera
intentzioarekin ikatz egitera.
Aditu duenian EKI jaio dela
lasterka etorri da berri ona ematera.

Traducción:

Olentzero se ha ido al monte a trabajar
con la intención de hacer carbón.
Cuando ha oído que ha nacido el SOL
ha venido corriendo a dar la buena noticia

Ya, ya sabemos que la nueva letra no triunfará. Pero sería más respetuosa con nuestras tradiciones. Eso sí, cuando lo veáis por las calles, sentid cariño por ese maltratado personaje de nuestra mitología.



Fuente: Manu Arregi Biziola profesor de Física, Matemáticas y Astronomía

1 comentario:

  1. Horra, horra, gure Olentzero
    pipa hortzetan dula eserita dago
    kapoiak ere baitu arrautzatxuakin
    bihar meriendatzeko
    botila arduakin.
    Olentzero guria ezin degu ase
    bakarrik jan dizkigu
    hamar txerri gazte
    saieski ta solomo
    majina bat heste
    EKI jaio da eta
    kontsola zaitezte
    Horra,

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