sábado, 25 de septiembre de 2021

El asesinato de Anuk, el primer caso de guerra sucia que implicó a la Ertzaintza

La versión oficial habló de suicidio. En una carta escrita por él mismo aseguraba que en agosto había sido detenido, drogado y, posteriormente, liberado por la Ertzaintza para ser utilizado como "señuelo". El 26 de septiembre de 1993, fallecía en Bilbo Xabier Kalparsoro, tras caer por una ventana desde la comisaría de Indautxu, en manos de la policía española. Días antes fue visto en Gasteiz, en una situación desesperada y bajo un intenso cerco policial que consiguió burlar. ¿Qué ocurrió durante aquellos días previos a su muerte?


 
La muerte del militante abertzale coincidió con el homenaje a Gurutze Iantzi, que había fallecido dos días antes en manos de la Guardía Civil. ¿Pero qué sucedió durante ese mes? Hala Bedi desveló, 26 años después, más información sobre el caso: lo acontecido en Gasteiz entre finales de agosto y comienzos de septiembre, gracias a vecinos anónimos que estuvieron con Anuk durante aquellos días y han querido contar lo sucedido.

Tras 26 años sin la verdad ni el reconocimiento oficial en torno a la muerte de Anuk, estas personas han querido realizar un ejercicio de memoria histórica, para arrojar más luz sobre este episodio de la guerra sucia que implicó por primera vez a la Ertzaintza y a responsables políticos del PNV y el Gobierno Vasco.

Sobre el caso de Anuk planea la sombra de algunos altos cargos de la época, como Juan María Atutxa, entonces Consejero de Interior, o Joseba Goikoetxea, sargento mayor de la Ertzaintza y fallecido meses después en el primer atentado de ETA contra un miembro de la policía autonómica vasca.

La muerte de Anuk fue una herida abierta que, a pesar de haber sido ignorada por la historia y silenciada por la prensa durante más de dos décadas, marcó un antes y un después en la historia del conflicto, agudizando el enfrentamiento de la izquierda abertzale y ETA contra el PNV y la Ertzaintza.

Verano 1993: la otra película

Xabier Kalparsoro ‘Anuk’ (Zumaia, 1966)



El año 1993 es un año clave para ETA en su proceso de reconstrucción, tras las importantes operaciones policiales desarrolladas en su contra durante aquella época. El año anterior, concretamente en marzo de 1992, se había producido la detención de su dirección en Bidart, uno de los mayores golpes sufridos por la organización armada a lo largo de su historia.

Sin embargo, poco a poco, la organización recupera su actividad, que incluye secuestros, como el del industrial Julio Iglesias Zamora -entre julio y septiembre del 93-, que desencadenarían el nacimiento del ‘lazo azul’, mientras se intensificaban las protestas contra ETA y la persecución contra la izquierda abertzale.

Una estrategia contra la izquierda abertzale, resumida en el esquema de “demócratas y violentos”, que implicaba cada vez más al PNV, al Gobierno Vasco y a la propia Ertzaintza, al calor del Pacto de Ajuria Enea, firmado en 1988.

Durante el año 1991, Xabier Kalparsoro (Zumaia, 1966), hasta entonces militante de Jarrai, se había refugiado en Iparralde, donde se integraría en ETA. Meses más tarde, durante el verano de 1993, llega a Gasteiz con la encomienda de crear una cierta infraestructura de la organización en el territorio.

Kalparsoro tiene un perfil poco habitual en un militante de ETA desplazado desde Iparralde a Hegoalde. No tiene causas abiertas ni se le atribuyen acciones de su organización. En caso de ser detenido, los delitos a los que se enfrentaría serían de pertenencia a banda armada y posesión de una pistola.


La verdad sobre Anuk y su paso por Araba


Portada de EGIN (Igor Meltxor)

Durante los meses que dura su campaña en Gasteiz, se aloja en casa de una compañera y aprovecha para ir tejiendo una red de contactos. Sin embargo, y según su propio testimonio, en algún momento del mes de agosto, percibe presencia policial en torno a su persona, hasta que la última semana de mes es detenido en las proximidades de Laudio.

Según contaría más tarde a sus compañeros, Kalparsoro estuvo tres días detenido en lo que él calificaba como “una base militar en campo abierto”. Una descripción geográfica que, en Euskal Herria, encajaría con pocos lugares. Podría tratarse de Berrozi, en Bernedo (Araba), base de las fuerzas especiales de la Ertzaintza y cuyos terrenos son propiedad del Departamento de Interior del Gobierno Vasco. Un enclave paradigmático del oscurantismo que acompañó la lucha antiterrorista.


“Los zipayos me detuvieron, me drogaron, hipnotizaron, lavaron el cerebro o lo que sea, y me volvieron a dejar en la calle. Me han estado y me están utilizando”


Portada de EGIN (Igor Meltxor)

Allí, según su testimonio, fue interrogado y drogado. Posteriormente, el 28 de agosto, es puesto en libertad, para su asombro y pavor. La carta que escribió el propio Anuk, remitida a la dirección de ETA y publicada -parcialmente- en octubre por EGIN describe: “Los zipayos me detuvieron, me drogaron, hipnotizaron, lavaron el cerebro o lo que sea, y me volvieron a dejar en la calle. Me han estado y me están utilizando”. Su espeluznante relato sobre la detención incluía haber sido drogado y haber perdido la conciencia sobre lo que podía haber contado en los interrogatorios

Aunque la detención no trascendió públicamente, el 30 de agosto, varias llamadas anónimas de dudosa procedencia, realizadas al diario EGIN, alertan de la detención en Laudio de un refugiado politico vasco conocido como ‘Anuk’. La incertidumbre comienza a planear sobre el caso.

En estas circunstancias, Xabier Kalparsoro llama por teléfono a la persona que lo alojaba en la capital alavesa para que vaya a recogerle. Al dia siguiente, consciente de su delicada situación, decide abandonar el domicilio en el que se encontraba y vaga durante todo el día, sintiéndose “una lombriz en un sedal”, en una situación kafkiana y desesperada, bajo un intenso seguimiento policial. Al parecer, sus movimientos estaban siendo vigilados con la intención de obtener información.

“Me indicaron que se había hecho un pacto. Todos los de Araba quedaban libres, Yo iba al trullo para diez años, pero primero tenía un mes y medio de permiso o vacaciones. En contrapartida, la organización soltaba a Iglesias, cobraba el rescate y se reanudaban las conversaciones”


Portada de EGIN (Igor Meltxor)

A última hora de la noche, un encuentro fortuito con un antiguo conocido en un bar del barrio de Errota, propicia que, sorprendentemente, Kalparsoro rompa el cerco policial.

Durante unos días, encuentra refugio seguro, dejando atrás los seguimientos. Sin embargo, una serie de acontecimientos y su propia situación de paranoia y desesperación -quienes lo vieron aquellos días afirman que estaba “hecho un cromo”- llevan a Xabier a pensar que la gente que le está dando refugio podría formar parte del operativo policial desarrollado tras su detención.

Ante esta situación, en un momento dado, Kalparsoro abandona el lugar donde estaba siendo refugiado, y continúa su precaria huida, bajo el temor de que sigue siendo vigilado por la policía.


La muerte de Xabier Kalparsoro ‘Anuk’


Días más tarde, sus pasos le llevarán hasta Durango, donde a las 20.00 horas del 23 de septiembre es detenido por la policía municipal tras la llamada de un vecino alertando del intento de robo de un vehículo. Una detención casual que revela la precaria situación de Anuk y su voluntad, ante el temor de que sigue vigilado, de no querer recurrir a los recursos de su organización.

Mientras está siendo detenido en la calle por la Policía Municipal, se identifica y advierte a quien pueda escucharle que es militante de ETA.

Ya en las dependencias de la policía municipal de Durango los acontecimientos se suceden vertiginosamente.


Portada de EGIN (Igor Meltxor)

Aunque se trata del primer cuerpo al que se dirigen los responsables de la comisaría de Durango, la Ertzaintza no se hace cargo del detenido. Según declararía más adelante, ante el juez, uno de los agentes que participaron en su detención, Kalparsoro fue interrogado “por tres ertzainas de paisano que acudieron para su identificación”.

Posteriormente, según el mismo testimonio, es visitado por los diferentes cuerpos policiales, que “acudieron a primeras horas de la noche, poco después de efectuarse el arresto”.

Finalmente, es la Policía Nacional quien se hace cargo del detenido, a las 23.45 horas. Esa misma noche, a las 2.50 horas, Xabier Kalparsoro ‘Anuk’ ingresa con heridas mortales en el Hospital de Basurto, tras caer por una ventana desde el segundo piso de la comisaría de Indautxu, en Bilbo.


Simultáneamente, también es detenida la persona que alojaba a Xabier en Gasteiz, aunque no así las personas que, presumiblemente, le ayudaron a escapar.



Silencio mediático: preguntas sin respuesta



Xabier Kalparsoro ‘Anuk’ (Zumaia, 1966)

¿Significa esto que ahí se rompió el sedal policial? ¿Podríamos afirmar que la policía perdió la pista de ‘Anuk’ en Gasteiz? ¿Se trató aquello de un experimento para aplicar nuevas formas de tortura ante una nueva fase de la ‘lucha antiterrorista’? ¿Algo salió mal y decidieron que alguien debía deshacerse de Anuk?

Son preguntas que llevan 26 años sin respuesta. Interrogantes que han sobrevolado la memoria de muchas de las personas que conocieron a Anuk, como es el caso de quienes coincidieron con él en Gasteiz durante aquellos días y hoy han decidido ayudarnos a recordar.

El caso fue eficazmente silenciado, salvo por el diario Egin, y hoy es el día en que las informaciones que podemos encontrar sobre el mismo en internet son escasas, parciales e incompletas. La otra persona detenida en Gasteiz nunca fue enjuiciada, a pesar de que lo habitual, en situaciones semejantes, era que los distintos cuerpos policiales presentasen graves acusaciones de “colaboración con banda armada”. Nadie más fue detenido en aquella operación.

Se pudo buscar la verdad. Se optó por el silencio. La versión oficial habló de suicidio, y las investigaciones abiertas quedaron en pequeñas condenas por “negligencia”. Nunca se llegó al fondo del asunto. El hedor a cloacas del estado quedó aderezado con label vasco. Y el único medio de comunicación que se atrevió a hablar sin tapujos sobre el caso, el ya mencionado diario EGIN, fue clausurado en 1998 por orden de la Audiencia Nacional española. Años después, el caso de Anuk cayó en el olvido que trae consigo el silencio.

Se abrió la caja de Pandora


Entre las distintas tipologías de víctimas de “La Guerra del 58”, como algunas personas se refieren al conflicto político y armado desarrollado en Euskal Herria durante la segunda mitad del siglo XX hasta -prácticamente- nuestros días, uno de los grandes tabúes es el que concierne a militantes de ETA sospechosamente ejecutados extrajudicialmente.

En este sentido, Xabier Kalparsoro no sería ni el primero ni el último, pero las circunstancias que rodearon su muerte hicieron de la misma un punto de inflexión en el propio desarrollo del conflicto vasco.


Pegatinas contra la Ertzaintza (Foto: Noticias de Álava)

De las circunstancias y el contexto que rodearon su muerte, ETA infirió una responsabilidad directa de la Ertzaintza y sus mandos políticos, y respondió con ataques que conmocionaron a la sociedad vasca.

Todo ello causó una falla brutal entre la izquierda abertzale y, particularmente, el PNV, que marcaría la década de los 90. En este sentido, a partir de 1993, se produjo un recrudecimiento del conflicto armado y la clase política se convirtió en uno de los principales objetivos de ETA, que continuaría en activo hasta el cese definitivo de su actividad armada en el año 2011.

28 años después de la muerte de Xabier Kalparsoro, sus familiares y amigos siguen esperando verdad y justicia. Aunque para algunos ya será tarde, como es el caso de Maite Golmaio, su madre, fallecida en el 2018.

viernes, 24 de septiembre de 2021

Gurutze Iantzi, cuando morir en comisaría era lo «natural»



Se la llevaron de Urnieta de madrugada, con 31 años, y 24 horas después estaba muerta en un cuartel de la Guardia Civil en Madrid. Nunca hubo juicio, pero entonces y hoy sí hay certezas sobre Gurutze Iantzi: «Nuestro cuerpo aguantó; el suyo, no. Solamente eso», resume Euken Garmendia tras pasar aquellos días por aquellos mismos calabozos.





En víspera del 25 aniversario de la muerte  de Gurutze Iantzi en el cuartel de Tres Cantos falleció el médico donostiarra Justo Atristain. Fue uno de los dos forenses nombrados por la familia para la autopsia realizada en Madrid. Su diagnóstico lo resumió así ‘‘Egin’’ en un titular: «El terror mató a Gurutze Iantzi». Esa misma semana Euken Garmendia, detenido en la misma redada masiva, maltratado de la misma manera, superviviente en los mismos calabozos, lo expresó de otro modo bastante similar: «Nuestro cuerpo aguantó; el suyo, no. Solamente fue eso».

Recordó cómo los detenidos en aquella operación denunciaron torturas terribles al pasar ante el juez. Iantzi no pudo hacerlo, no llegó ahí. Julen Irastorza, su marido, encerrado en una celda cercana, contó que vio a través de unos barrotes las sandalias y pantalones verdes de su mujer, que escuchó sus gritos y su tos, que sintió luego cómo se la llevaban en una especie de silla de oficina con ruedas... Después, el silencio, un silencio tan espeso que llega hasta hoy. Estremece revivir el momento por boca de Euken Garmendia, al que le cuesta hablar pese a haber pasado un cuarto de siglo ya: «De repente, nos dejaron en paz. Luego supe que fue cuando mataron a Gurutze, que nos dejaron en paz gracias a ella».

Su corazón había dejado de latir. Pudo ser el terror, sí. O los golpes que dejaron algunas señales en su cuerpo. O la «bolsa», las flexiones, los electrodos o la «bañera» que detallaron haber sufrido otros de los 20 detenidos, primero en la Comandancia del Antiguo y luego en el cuartel madrileño de Tres Cantos. O algún ataque epiléptico al que apuntaban las mordeduras en el labio inferior, algo que hasta entonces Iantzi nunca había padecido. Resultó imposible saberlo entonces, y mucho más ahora.

No hubo siquiera un juicio que aclarase no ya responsabilidades penales, sino siquiera fallos de procedimiento. ‘‘El País’’ echó el resto para defender la versión del Gobierno de Felipe González: «Miren Gurutze Yanci tenía obesidad y fumaba mucho», publicó. El ministro de Interior, José Luis Corcuera, tiró de cinismo en el Congreso de los Diputados: «Solo a los demócratas, solo a los que no justificamos la muerte, sea de un anciano o de un niño, ni los malos tratos o cualquier otro atentado a la vida o a la integridad de las personas, nos interesa de verdad aclarar lo ocurrido». Y los partidos del Pacto, en plena campaña de difusión del lazo azul, cerraron filas.

Todo se despachó, pues, como «muerte natural». Y en esta mesa redonda de Urnieta el entonces concejal de HB Joxe Fermin Argiñarena acabó dando por buena la definición: «Al principio, lógicamente todos pensamos que aquella muerte era totalmente antinatural. Pero pensándolo bien, morirse en esas circunstancias es natural, sí, claro que es natural».

Tan natural que otra detenida en la misma operación, Mari Jose Lizarribar, acabó hospitalizada, lo que Corcuera justificó con el manido argumento de resistencia a la detención. Y tan natural que el mismo día se daba a conocer que Xabier Kalparsoro, arrestado en la comisaría de Indautxu de la Policía española, se debatía entre la vida y la muerte. El fallecimiento de Anuk se confirmaría precisamente mientras se celebraban los actos de despedida a Iantzi en Urnieta, dos días después, y se recordará este próximo fin de semana en Zumaia. Dos dramas con diferencias pero también similitudes, dos dramas que se solaparon en el tiempo para convulsionar a todo el país.

«¿Muerte súbita?»

Más que el adjetivo de «natural», a Izaskun Iantzi, hermana de Gurutze, le repele la afirmación de que aquello fue una «muerte súbita». Compartió sus dramáticas vivencias con las de Argiñarena y Garmendia ante una sala llena: «¿Súbita? Pero, ¿cómo iba a ser súbita si ella ya se quejó antes y la forense la atendió por teléfono?», clamó indignada. El episodio es conocido y ha sido denunciado por voces como la de Paco Etxeberria. Cuando la joven refirió dolores en el pecho, la médico de la Audiencia Nacional se limitó a telefonear y le recetó un mucolítico, como si aquello fuera un catarro. Tres cuartos de hora después estaba muerta. Leonor Ladrón de Guevara ha hecho larga carrera en la AN y hace tres años fue al fin citada como imputada en un juzgado... por acceder al ordenador de una colega de la Audiencia. Todo muy lógico en esa ilógica; si la muerte era natural, ¿a quién se iba a culpar por ello?

Apenas 24 horas antes, la Guardia Civil había irrumpido en la casa familiar de Urnieta por segunda vez, puesto que antes se habían llevado a Irastorza, su marido: «Venimos a por Gurutze», gritaron. Izaskun recuerda bien que su hermana estaba muy nerviosa. Se le quiebra la voz al rememorar que «intenté tranquilizarla, pero no pude». Argiñarena también evocó que Gurutze Iantzi no era más que «una chica maja de Urnieta», con sus simpatías políticas pero «que no pegaba ni un cartel porque se ponía nerviosa».

Nadie duda de que no tenía relación alguna con ETA –por si acaso lo recordó el exconcejal de HB–, pero sigue siendo un misterio por qué se cebaron aquellos días de setiembre con este pueblo de entonces apenas 3.000 habitantes, en un contexto político asfixiante marcado por el secuestro del industrial Julio Iglesias y los rumores que lo situaban cerca, en la zona del Adarra. «¿Quién ordenó esas detenciones? –continúa preguntándose hoy Euken Garmendia, atrapado estos 25 años en la espiral de «no querer recordar aquello y no poder olvidarlo»–. ¿Por qué nos tocó a nosotros? ¿Qué habíamos hecho? ¿Por qué nos torturaron?», sigue. Si el objetivo era solo crear terror, desde luego con la muerte de Tres Cantos se llegó al límite. La ocupación policial y militar de la zona hizo la atmósfera más opresiva.

Aquel drama, añadieron los tres contertulios, no se agota en la mañana del 24 de setiembre de 1993 en que Izaskun se despertó oyendo llorar a su ama, ahora ya fallecida. Kontxi Igerategi tenía en la mano un telegrama urgente que comunicaba que Gurutze había muerto de madrugada. Apenas dos minutos después, una llamada de teléfono lo confirmaba: «A mí no me salía otra cosa que decirles ‘¿qué le habéis hecho? ¿qué le habéis hecho?’», recordó Izaskun Iantzi. Pero hoy día aún no tiene respuesta: «Lo negaron todo, lo callaron todo, y 25 años después es como si nada hubiera ocurrido».

El pasado y el futuro

Aparte del dolor, aquellos hechos crearon en un pueblo tan pequeño una sima política muy grande. La capilla ardiente por Gurutze Iantzi fue instalada por la fuerza en el Salón de Plenos, dada la negativa de la Alcaldía del PNV. E Izaskun Iantzi revela que solo hace unos pocos meses han recibido un mensaje desde el Consistorio, que sigue en manos jelkides. La comisión municipal de convivencia quería hablar con la familia: «Hubo mucha tensión –admite–, teníamos muchas cosas que decirnos. Les escuchamos, nos escucharon, y veremos ahora si seguimos con esas reuniones, tenemos nuestras dudas», admitió la hermana de Gurutze Iantzi. En la sala de esta mesa redonda del jueves sí estaba sentado esta vez el primer edil de Urnieta, Mikel Pagola, además de la directora de Convivencia y Derechos Humanos de la Diputación de Gipuzkoa, Maribel Vaquero, igualmente urnietarra.

En este primer acto de la trágica efemérides, al que seguirá un homenaje mañana lunes en la Plaza de San Juan a las 19.30, Izaskun Iantzi incidió en que «el duelo por Gurutze ya lo hicimos, pero el dolor por la injusticia no ha pasado». Es una herida que sigue abierta por la falta de reconocimiento de los hechos y sobre la que a veces alguien pasa y echa sal: «Hace poco escuché a un guardia civil en televisión decir que sí, que claro que aquí se ha torturado, y ¿han hecho algo con él? ¿eso no es enaltecimiento? La impunidad es total, total. Y todos deberíamos tener los mismos derechos».