Hermilio Oloriz, Gervasio Etayo, Sabino Arana, entre los coetáneos conocidos, escribieron sobre la Gamazada. Otros muchos, desconocidos o no, se manifestaron o compusieron jotas, paloteados y cantos donde el que dio nombre a ese movimiento, el ministro de Hacienda español Germán Gamazo, no salía muy bien parado. Hubo quien, como el euskaro Estanislao Arantzadi, con marcada ironía, tituló uno de sus artículos al respecto, con un ¡Viva Gamazo! por aquello de que había conseguido unir a todos los navarros tras la defensa de la foralidad residual de finales del siglo XIX. Hoy, la denominada Gamazada es uno de los hitos y mitos nucleares de la cuestión foral, con distintas lecturas e interpretaciones, pero que sin duda logró convulsionar y movilizar a la sociedad navarra, durante casi un largo año y que a la postre se cerró, con la victoria de aquella y la no aplicación de la reforma hacendística propuesta y la salida de Gamazo del gobierno.
Este, siendo ministro de Hacienda del gabinete presidido por Práxedes Sagasta, quería meter en vereda a vascongados y navarros en materia fiscal. A los primeros, les subió el cupo, mediante la actualización del último Concierto, realizado en 1887. A los segundos, con el pretexto de los nuevos presupuestos de 1894, mediante el artículo 17 les quebraba sustancialmente el status definido por la Ley de Modificación de Fueros de 1841. En dicho artículo se propugnaba "aplicar a la provincia de Navarra las contribuciones, rentas e impuestos que actualmente rigen y los que por la presente ley se crean en las demás provincias del reino". Tabla rasa, por lo tanto, de todo convenio o concierto, como se venía haciendo, en el caso navarro, desde 1841
Oposición unánime
La oposición de la clase política navarra, tanto por parte de los diputados a Cortes, como de los integrantes de la Diputación, fue unánime y rotunda. Cuando, a través de la prensa local, se conoció, la amenaza en ciernes, distintos pronunciamientos reflejaron la voluntad de hacer frente a la modificación unilateral de la situación legal derivada de las leyes de 1839 y 1841. La Diputación navarra, en el plazo de una semana, realizó una exposición a las Cortes, en la que "sin reconocer en las Cámaras colegisladoras autoridad para alterar en lo más mínimo el pacto de 1841" protestaba por la derogación que la ley de Presupuestos conllevaba, respecto a las leyes que mantenían la foralidad residual desde la citada fecha. Si en virtud de ellas, Navarra había perdido sus anteriores poderes legislativo, judicial y ejecutivo y había aceptado la contribución del servicio militar, la reforma planteada por Gamazo hundía definitivamente la ya postrera autonomía fiscal del antiguo reino
El elenco de diputados navarros, en su totalidad, llevó esta cuestión al Parlamento. Las sentidas y prolijas intervenciones de Javier Los Arcos, Arturo Campión, Ulpiano Gurrea, etc. reflejaron la unánime oposición de todo el espectro político navarro presente en la carrera de San Jerónimo. Carlistas, integristas o simplemente fueristas, se expresaron en unas Cortes cuasi vacías, que boicoteaban la defensa parlamentaria de los derechos de los navarros. El argumentario de todos y cada uno de los diputados navarros no pareció servir para mucho. La ley fue votada (99 votos) con la sola oposición de los citados y del diputado por Morella Joaquín Llorens
De poco también parecían haber servido las extraordinarias manifestaciones realizadas en Pamplona y otras ciudades de Navarra. Por primera vez, en la historia contemporánea miles de personas se habían echado a la calle, de forma pacífica pero unánime. El 4 de junio de 1893, en la capital navarra, desde la Plaza del Castillo hasta la sede del Gobierno civil, con estandartes -las pancartas de la época- donde se reivindicaba escuetamente Paz y Fueros, es decir, a favor del mantenimiento de lo que quedaba de la cercenada foralidad navarra, entre 15.000 y 20.000 personas se manifestaron.
Conato de levantamiento
Aunque hubo, incluso un conato de levantamiento o partida armada, protagonizada por Señorena y López Zabalegui, desde el fuerte de Infanta Isabel (Obanos-Puente la Reina) las masivas movilizaciones fueron pacíficas pero rotundamente claras en su planteamiento: ni la clase política, ni la sociedad navarra estaban dispuestas a que una ley ordinaria, sin previo acuerdo, concierto o pacto, rebajase de nuevo, otro peldaño más la foralidad en vigor
Más allá de las mugas del antiguo reino, haciendo buenas las estrofas del paloteado de Monteagudo (Vivan las 4 provincias, que siempre han estado unidas y nunca se apartaran aunque Gamazo lo diga) desde la sociedad civil se expresó la solidaridad y admiración hacia la lucha de los navarros.
En Gernika, el 16 de agosto de 1893, la actuación-homenaje al Orfeón Pamplonés, dio lugar a la denominada Sanrocada, que expresaba en clave protonacionalista la ruptura y desbordamiento con el fuerismo respetuoso del marco y políticas españolas. Pocos días más tarde, el 27 del mismo mes, en Donostia, las protestas ante el mismísimo presidente Práxedes Sagasta, dieron paso a una fortísima represión. Con varios muertos, numerosos heridos y una veintena de encarcelados, la Guardia Civil respondió los manifestantes que se manifestaban ante la residencia veraniega del presidente. Lo resumía el periódico local El Fuerista como un "cuadro aterrador" donde "El hotel de Londres convertido en fortaleza que vomita fuego contra el pueblo que a los gritos de ¡Viva los Fueros! ¡Muera Sagasta! ocupa las calles adyacentes y apedrea la residencia del jefe del gabinete fusionista. Silban las balas, caen a tierra los heridos y los muertos, las calles se tiñen de sangre, aquello es un campo de batalla, pero donde uno solo de los contendientes dispara, hiere y mata, porque el otro no tiene armas y ni siquiera puede defenderse como no sea con la voz de la protesta sofocada y minada por las cerradas descargas de fusilería".
'Trágala'
Pero al poder central parecían importarle poco las movilizaciones y agitación de las provincias antes exentas. Meses más tarde, de este agitado verano de 1893, el mismo Sagasta volvía a plantear la aplicación del polémico artículo de la ley de presupuestos. Su pretensión, a la altura de febrero de 1894, era que la Diputación navarra diese el visto bueno, mediante la firma, a lo ya legislado por él y su ministro Gamazo. El trágala se quería disfrazar de pacto y sumisión. Pero, aunque la Diputación navarra acudió a Madrid, su negativa absoluta a sancionar la citada imposición, hizo de este rápido viaje, otra ocasión para que la protesta foral se manifestase.
Era la segunda y definitiva expresión de la Gamazada. Al socaire del regreso de los diputados insumisos, desde Cortes (primer pueblo navarro en muga con Aragón) a Pamplona, pasando por Castejón, Marcilla, Tafalla, Biurrun… su vuelta fue una manifestación continua de apoyo a la consigna de resistir. En el nudo ferroviario de Castejón, Sabino Arana apareció encabezando a un grupo de bizkaitarras, con aquella pancarta-estandarte que recogía, amén del saludo de los vizcainos a Navarra (Bizkaitarrak agurreiten deutse naparrei) el lema de ¡Jaungoikoa eta Lagi Zarra! No era esto un ejercicio de oportunismo político, pues, coincidiendo con los inicios de la Gamazada, se habían dado por parte de Arana importantes y significativos pasos en la arena política. Además del discurso de Larrazabal, la aparición de su órgano de prensa Bizkaitarra, era la expresión de la voluntad de llevar a cabo una praxis política que sintonizaba con la protesta foral de los navarros.
Desde la citada publicación aranista, se concedió gran importancia a los acontecimientos que se estaban dando en Navarra y también a los mentados de Gernika, Donostia, etc. Por ello, cuando llegó, el segundo gran momento movilizador de febrero de 1894, Arana incidió en la misma orientación, introduciendo la idea de la unidad de los territorios vascos y la reivindicación de su independencia. Así la octavilla que editaron, en los días de Castejón y Pamplona se cerraba con unos expresivos !Viva Nabarra! ¡Viva Euskeria independiente! y todo su texto era una apología de la unidad y solidaridad entre todos los vascos.
El eslabón
Si bien, como se ha escrito a veces, no fue la ikurriña la bandera que ondeó en la ribera navarra, sino el antes citado estandarte, la unidad de acción de los euskaros (Aranzadi, Campión) y de los bizkaitarras, reflejada en el hecho de participar en esas mismas movilizaciones, de 1893-1894, hizo que la Gamazada fuese uno de los eslabones más directos y señalados entre el fuerismo y el vasquismo reflejados en la Asociación Euskara de Navarra (1878-1897) y el primer nacionalismo vasco en Navarra. No es casual que a la generación euskara de los Daniel Irujo (1864-1911) o Estanislao Aranzadi (1841-1918) sucediese la de sus hijos Manuel Aranzadi y Manuel Irujo, que junto a los Irigaray, Zalba, Lorda, Ciga, Urmeneta, etc. fueron los líderes y motores del nacionalismo jelkide en la Navarra anterior a la guerra civil. No es tampoco casual, que quien años más tarde fuese el primer presidente del Napar Buru Batzar, Estanislao Aranzadi, a la altura de 1893, titulase su artículo con el sarcástico ¡Viva Gamazo!, pues este ministro, sin saberlo ni quererlo, había galvanizado la toma de conciencia de los navarros en torno a la cuestión foral, los había movilizado en torno a ella y había incitado el debate y las preguntas que a lo largo del siglo entrante, iban a recorrer todo el País Vasco, en torno a la recuperación de los derechos perdidos, acerca de su articulación institucional, en definitiva, en favor de su permanencia como pueblo y cultura euskaldun.
Ahí lo tienen, para los que andan por ahí diciendo que el deseo de autodeterminación de los vascos con respecto al sofocante control colonial ejercido desde Madrid es algo inventado por Sabino Arana. O en su versión moderna, que es un delirio sin fundamentos históricos de los militantes de ETA.