Lo ocurrido en Grecia en las últimas semanas tiene un enorme significado para la economía y la política. Y la principal lección puede ser desalentadora: la izquierda carece de una opción de política económica alternativa al crecimiento económico. En la izquierda siguen predominando aspectos desarrollistas y productivistas, y esto es válido para la socialdemocracia, pero también para gran parte de la izquierda que se dice transformadora.
¿Cómo saldrá Grecia de la prolongada crisis? Con crecimiento económico. Ésa es la respuesta unánime de políticos y economistas de todo signo. Mientras para unos la solución es seguir en la zona euro y aceptar el paquete de medidas para el rescate que propone la Troika, junto con un aumento de la inversión privada y la disminución del gasto público; para otros la solución sería salir del euro sería resucitar el dracma, dejar que se devalúe y así abaratar los bienes y servicios que ofrece el país, como el turismo, que representa casi el 25% del PIB, para ayudar a reactivar a la economía.
Pero la verdad, y ya es hora de decirlo, es que ni dentro de la U.E, ni fuera de ella podrá haber ningún pueblo libre si no abandona la senda del crecimiento. La época de crecimiento, como ya vaticinaba en 1972 El Club de Roma en su conocido "Los límites del crecimiento" ha llegado a su fin. No hay manera de que salgamos de esta crisis creciendo; ni para Grecia, ni para el resto del mundo. Lo que estamos presenciando es el comienzo del colapso del capitalismo.
Grecia es un país geopolíticamente pequeño, sin sector industrial, donde su población vive mayoritariamente del sector servicios (turismo) o de la Administración, es un pais que tiene una gran dependencia energética del petróleo, sobre todo porque es petróleo lo que se usa en el transporte y los países que viven del turismo tienen una gran dependencia en el transporte, pero como Grecia es un pais en bancarrota, la demanda de energía no puede crecer más porque sus costes no son tolerables para la economía, la consecuencia es que para Grecia ha llegado un momento histórico que no se puede obviar: el final del crecimiento.
Desde que empezó la crisis económica se disparó y por partida doble, (y esto es algo que los medios de comunicación ocultan) el número de suicidios en Grecia. Primero fue la recesión, en 2008, la que elevó la cifra. Después lo hicieron, con mucha más intensidad, las medidas de austeridad. Sin embargo, tambien hay muchos griegos (y esto es algo que también ocultan los medios de comunicación) que ante el riesgo de caer en la indigencia, han desecho el camino que hicieron sus abuelos y han vuelto al campo.
Son ya decenas de miles los griegos que han afrontado la crisis volviendo a trabajar la tierra, según la Asociación de Granjeros helena, organizarse en cooperativas rurales es cada vez menos raro. Y no sólo a la agricultura está cambiando en el contexto de la crisis, otro gran pilar del sector primario, la pesca, parece atraer cada vez a más personas. Muchos de los nuevos agricultores y pescadores ya están vendiendo sus productos en uno de los nuevos mercados del ya famoso “movimiento sin intermediarios” griego. Se trata de lugares donde los mismos agricultores venden lo que han recogido en el campo. El objetivo es poner directamente en contacto a los productores y los consumidores evitando las redes comerciales tradicionales que aumentan excesivamente los precios. La idea surgió a principios de 2012 como forma de protesta contra la depauperación del poder adquisitivo, y ante la esclavitud del euro, han acuñado su propia moneda, el TEM, basado en la tradición del trueque y que permite adquirir todo tipo de bienes y servicios.
Ha sido necesario que se abriera una sima estructural a los pies del sistema de libre mercado para que muchas alternativas económicas comenzaran a demandar espacio y preeminencia ante un modelo insostenible y agotado. Su reivindicación se basa en una relectura de las relaciones sociales y en la interpretación de nuevos acuerdos entre la actividad productiva y el ecosistema urbano o natural. El agrietamiento del “pacto social” por el Estado del bienestar ha venido a revivir los instrumentos que el movimiento obrero construyó en otras épocas -mutualidades, redes de apoyo, autogestión etc–, convirtiendo a los ciudadanos en sujetos activos.
Se acaba una era, la era del crecimiento se va agotando poco a poco ante nuestros ojos, no nos encontramos ante una crisis cíclica de tipo “clásico”, sino que se trata de una crisis global de la civilización capitalista, cuya expresión más dramática es la degradación absolutamente destructiva del ecosistema, indispensable para sustentar los absurdos índices de consumo de los países más ricos. En este contexto, el surgimiento de la crisis ecológica impone nuevos desafíos al pensamiento marxista, ante los desafíos establecidos por el carácter destructivo del “progreso” capitalista en los tiempos contemporáneos, el marxismo precisa, para enfrentar los problemas actuales, radicalizar su crítica de la modernidad, del paradigma de la civilización moderna/burguesa. En un contexto de crisis civilizatoria –del que la crisis ecológica tiene su expresión más sintomática– el marxismo necesita “romper con su inveterado culto al progreso, a las fuerzas productivas y a los artefactos tecnológicos generados por el capitalismo.
El socialismo, más que un nuevo modo de producción que sucede evolutivamente al capitalismo, debe ser comprendido ante todo como una apuesta en la posibilidad de una nueva civilización, como una ruptura con la cosificación capitalista del ser humano y de su relación con la naturaleza. Se trata de superar no solo el capitalismo, sino también la civilización industrial en su totalidad, se trata de una “revolución total” capaz de gestar un nuevo hombre, una nueva sociabilidad. En fin, como bien observa Michael Löwy, “el ecosocialismo implica una radicalización de la ruptura con la civilización material capitalista. En esa perspectiva, el proyecto socialista tiene en vista, no solo una nueva sociedad y un nuevo modo de producción, sino también un nuevo paradigma de civilización” que requiere una nueva forma de relación de los seres humanos entre sí y con la naturaleza.
Grecia se ha encontrado cara a cara con los límites del crecimiento y muchos griegos han asumido ya que los tiempos del trabajo asalariado y prestaciones sociales jamás volverán y que para resolver sus necesidades materiales, afectivas o culturales es necesaria la cooperación y están reinventando su economía: sin euro, sin intermediarios y con autogestión obrera y campesina. ¿Y para Euskal Herria que modelo de desarrollo queremos? Soberanía alimentaria, auzolan, batzarre, lucha contra el patriarcado y solidaridad internacionalista... ese es el camino
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