martes, 12 de agosto de 2014

Zuzidun txakurra (El perro de la tea)

Según cuenta la leyenda existió antiguamente en Barakaldo un misterioso perro, que con una tea encendida en el hocico, hacía su aparición la noche siguiente al fallecimiento de alguien. 


Cuentan que cada vez que fallecía alguien, la noche siguiente a su funeral, aparecía por su casa. Enorme, negro y con fuego en sus ojos y en sus fauces. Muchos sorprendieron al txakurra merodeando las casas, pero nunca podían atraparlo. Siempre huía hasta sumergirse en cualquier lugar con agua, un pozo, una charca y hasta en un pequeño balde. Saltaba dentro y desaparecía.

Un vecino de Barakaldo, cuando murió su padre, durante el funeral pensó que la noche siguiente aparecería el perro en llamas, entonces durante el día, dibujó un lauburu alrededor de la casa, marcando el suelo con una azada. Solo dejó libre la entraba. Luego se aseguró de que no hubiese charco alguno ni recipiente que contuviese agua, y esperó.

Alrededor de las tres de la mañana (que dicen los cristianos que es la hora opuesta a la que murió Jesús, y es por eso que también es la hora que los malos espíritus asoman a asolar la tierra y a los mortales) apareció el Zuzidun, entró al lugar, y el aldeano rápidamente con varios golpes de su azada, terminó de formar el lauburu.

El perro corrió toda la vuelta de la casa hasta que notó que no podría salir. En ese momento, se calmó y aquietó. El aldeano se acercó cautelosamente y le preguntó qué quería, a lo que el txakurra contestó: ”Soy el espíritu de tu vecino que he muerto sin devolver las pertenencias que robé a tu padre. Y no puedo salir de otra forma hasta que alguien pague mi deuda”.

“Yo pagaré tu deuda así podrás descansar en paz”, respondió el aldeano, en ese momento, rompió el dibujo del lauburu y el perro desapareció. Días después, el buen hombre pagó las deudas del muerto, y desde entonces nunca mas volvió a ver al “Perro de la tea”.....

Los perros, se incorporaron a la mitología vasca en especial desde el advenimiento del cristianismo por eso desde el sincretismo que generó la nueva religión, en muchas oportunidades se les toma como seres poseídos por los espíritus de aquellos que han muerto sin confesión, o que, por algún motivo no han alcanzado el "paraíso".

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