La Constitución Española de 1978 constituye una maniobra de primer orden. Se elabora y aprueba bajo el beneplácito de todas las fuerzas reformistas, que apenas si presentan oposición. De esta forma, acaba formulándose un sistema constitucional que niega el derecho a la autodeterminación de las naciones del Estado, perpetua el sistema capitalista, da plenos poderes al Ejército para intervenir cuando lo desee, cierra toda vía al socialismo, margina las lenguas de las naciones del Estado, posibilita la implantación de Estados de excepción...
En el Estado español no ha existido nunca ruptura con el franquismo, todos los derechos fundamentales de las personas son derechos concedidos al individuo por el Estado (por la clase en el poder) y no limitaciones impuestas al poder del Estado por los ciudadanos. Así, es el Estado quien defiende los límites de la libertad de expresión (lo que se puede decir y como se debe decir); es el Estado quien define los límites del derecho de asociación (quienes pueden asociarse, para que y en que condiciones) y son los aparatos del Estado: la policía, la judicatura, el sistema penitenciario, quienes se encargan de aplicar dicha constitución a los subditos de la corona para que no se excedan en la práctica de sus libertades.
A día de hoy, 41 años después, dicha constitución ha pasado de ser la "Carta Magna" a ser una autentica piltrafilla que no satisface a nadie ya y el Estado español, ha resultado ser un Estado fallido que no ha logrado que una mayoría vasca, ni una mayoría catalana, se sientan cómodas dentro de una Constitución represora. Los sucesivos Gobiernos españoles, tutelados por un Ejército tradicionalmente golpista, nunca han escatimado medios escolares, militares, policiales, judiciales y administrativos para sojuzgar las naciones incorporadas militarmente a su «unidad de destino en lo universal». Sin embargo se están viviendo cambios bruscos de régimen político, social y cultural y la Constitución pide a gritos una reforma urgente. El devenir histórico de nuestro pueblo dentro de España, cárcel de pueblos, esta tocando, pues, a su fin.
En el Estado español no ha existido nunca ruptura con el franquismo, todos los derechos fundamentales de las personas son derechos concedidos al individuo por el Estado (por la clase en el poder) y no limitaciones impuestas al poder del Estado por los ciudadanos. Así, es el Estado quien defiende los límites de la libertad de expresión (lo que se puede decir y como se debe decir); es el Estado quien define los límites del derecho de asociación (quienes pueden asociarse, para que y en que condiciones) y son los aparatos del Estado: la policía, la judicatura, el sistema penitenciario, quienes se encargan de aplicar dicha constitución a los subditos de la corona para que no se excedan en la práctica de sus libertades.
A día de hoy, 41 años después, dicha constitución ha pasado de ser la "Carta Magna" a ser una autentica piltrafilla que no satisface a nadie ya y el Estado español, ha resultado ser un Estado fallido que no ha logrado que una mayoría vasca, ni una mayoría catalana, se sientan cómodas dentro de una Constitución represora. Los sucesivos Gobiernos españoles, tutelados por un Ejército tradicionalmente golpista, nunca han escatimado medios escolares, militares, policiales, judiciales y administrativos para sojuzgar las naciones incorporadas militarmente a su «unidad de destino en lo universal». Sin embargo se están viviendo cambios bruscos de régimen político, social y cultural y la Constitución pide a gritos una reforma urgente. El devenir histórico de nuestro pueblo dentro de España, cárcel de pueblos, esta tocando, pues, a su fin.
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