El binomio festivo Candelaria / San Blas, que la sociedad urbanita ha relegado al reducto litúrgico, se presenta en un enclave crítico en el discurrir de la naturaleza. La fecha más temprana posible para el martes de carnaval es el día 3 de febrero, festividad de San Blas. Así lo quieren los cuarenta días de la Cuaresma. Cuarentena que se fija según la primera luna llena de la primavera de acuerdo con la tradición judía de la Pascua.
El análisis de la fase lunar en estas fechas permitía al hombre primitivo medir la distancia a la esperada luna llena vernal. De aquí el carácter augural de estos dos días en la tradición campesina. Son conocidos y recordados numerosos refranes propios de la Candelaria: "Kandelero bero, negua heldu da gero, kandelero hotz negua joan da motz" , "Kandelarioz elurra, joan da neguaren bildurra; kandelarioz eguzki, negua dago aurreti", "Ganderailu hotz, negua iraganik botz; ganderailu bero, negua gero" , "Ganderailuz bero, negua Bazkoz gero". También San Blas participa de esta propiedad "Por San Blas la cigüeña verás; y si no la vieres, año de nieves".
Junto a su carácter augural, estas fiestas nos muestran su poder protector y purificador de personas, animales y cosechas. Aún recordamos la costumbre de llevar a bendecir, por Candelaria, las velas o candelas a la iglesia. Estas velas, de extraordinaria calidad, con más del cincuenta por ciento de cera virgen, serían ritualmente utilizadas para conjurar las tormentas encendiéndolas en los hogares, o la protección de los campos y las cosechas vertiendo unas gotitas de su cera en las cruces que se colocaban en los sembrados, y también para el alma en el trance de la muerte: en el viático y en el propio cuerpo del difunto.
Dicen los eruditos que la bendición de las candelas en la liturgia católica se apoya, como tantos otros rituales, en antiguas tradiciones paganas vinculadas a ritos de fertilidad que en la cultura mediterránea tomaban cuerpo en las ceremonias en honor de Perséfone - Proserpina, a la que las ménades buscaban tras su rapto a la luz de las antorchas. Al decir de los teólogos, sobre estas teas profanas triunfaría la verdadera luz de las velas cristianas. En cualquier caso nos hallaríamos ante viejos ritos en torno a la muy arraigada tríada de la luz, el fuego y el sol.
La festividad de San Blas, que sucede a la Candelaria, reúne en su entorno diversos actos de protección de males y enfermedades, a través de los alimentos, tanto de las personas como de los animales domésticos. En este día se llevaban a la iglesia diversos alimentos para ser bendecidos: panes, roscos, azúcar , sal, agua y pienso para el ganado, entre los más comunes. La ingestión de estos alimentos preserva de enfermedades diversas entre las que la memoria popular destaca, como es conocido, las afecciones de garganta.
En muchos otros pueblos europeos encontramos rituales relacionados con el fuego y la fertilidad de la tierras muy similares a los nuestros. A San Blas se le relaciona con el oso, animal mítico que juega un papel clave en el despertar de la naturaleza en su cíclica regeneración. El vasco primitivo habría celebrado ceremonias de carácter mágico destinadas a provocar el ansiado despertar de la naturaleza a la vida y la fecundidad. El oso de nuestras mascaradas y farsas carnavalescas (Arizkun) es sacado de su letargo invernal pues su despertar se vincula al de la propia Naturaleza. Gaignebet explicaba cómo"el oso sale de su refugio el día 2 de febrero e intenta ajustar los calendarios solar y lunar. Observa la luna y regula su conducta de acuerdo con la fase del astro. Si hay luna llena, el fin del invierno tardará cuarenta días más". - En efecto, observando la fase de la luna en esta fecha puede determinarse con facilidad la fecha de la primera luna llena de la primavera-.
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