La hibernación del oso pirenáico ha dado lugar en siglos pasados a muchas especulaciones y mitos, la cual, comienza cuando los alimentos ya escasean y hace frío.
El inicio de esta fase dependerá pues de factores meteorológicos, de la disponibilidad de alimentos y de las características individuales. Por lo general los machos adultos permanecen activos más tiempo y abandonan la cueva antes, mientras que las osas preñadas entran primero y prolongan más tiempo el letargo.
El oso es el animal salvaje más mitificado de los pirenaicos. Los andorranos y los pallareses del Sobirà no hablan del oso, sino de la osa, así, en femenino, como la naturaleza. De hecho, el animal se comporta como la naturaleza: en invierno se refugia bajo la nieve, donde tiene que permanecer dormido hasta las puertas de la primavera.
Por otra parte, el oso es el animal más corpulento del bosque y el que tiene un comportamiento más semejante al humano, ya que es capaz de erguirse sobre las patas posteriores (los pirenaicos desconocían los simios). No es extraño pues que la leyenda lo considere originalmente como un hombre maldito por Dios (un herrero peludo y malhablado que Dios convirtió en oso). Debe ser por estos orígenes que el oso muestra un cuidado especial (ejemplar para las personas) en la tarea de educar a sus hijos. El oso era, en definitiva, un pobre herrero convertido en bestia por maldición divina y, a la vez, la propia madre naturaleza personificada.
Se asemejaba la invernación del oso bajo la nieve en cuevas y bajo tierra a la muerte , para ceer que el mundo es eterno y las almas inmortales; el alma se une con el cuerpo, experimenta una resurrección y continua viviendo con la misma actividad que tenía en este mundo , solo con la ventaja de que en el más allá reina gran abundancia y nunca se sufre hambre . Todas las criaturas , incluso las más insignificantes , resucitan despues de la muerte y seguiran viviendo debajo tierra.
Txomin Peillen recoge a finales del siglo XX el testimonio de Pette Prebende de Sainte-Engrâce (Zuberoa): “Lehenagoko hüskaldün zaharrek erraiten zigüen gizuna hartzetik jiten zela. Bai gizuna hartzetik fabrikatürik düzü” (Los antiguos vascos decían que descendían de los osos. Sí, el hombre proviene del oso). Y ya en La rama dorada, el pionero tratado antropológico de 1890, J. G. Frazer anota la creencia vasca sobre las almas intercambiables de humanos y osos: “La creencia primitiva en la posibilidad de tal cambio se patentiza en la historia de un cazador vasco que afirmó haber sido muerto por un oso, pero que el oso, después de matarle, le insufló su propia alma dentro del cuerpo de modo que el oso quedó allí muerto y él era el oso mismo, ya que estaba animado por el alma del oso”.
Ya no quedan osos pardos autóctonos (Ursus arctos) en nuestro territorio. El último cazado en Bizkaia —un macho de 95 kilos— fue abatido por fusiles carlistas en 1871, y su piel disecada con fiero gesto se expone en el Centro de Interpretación del Parque de Urkiola. Hubo, sin embargo, un tiempo en que los bosques estaban repletos y se pagaban sustanciosos sueldos a los cazadores. Sancho IV fue asesinado en 1039 en Peñalén (Funes) mientras cazaba osos…
En el siglo XVI, se recoge en el manual “Fauna de Aralar”, que los pueblos que componían la llamada “Unión de Aralar”, acordaron premiar a las personas que matasen un oso con seis ducados.
En Ordizia, en el año 1776, en el patio del palacio del Marques de Velmadiano, se expuso al público la piel de un oso que se mató en Aralar, que pesó sin dicha piel, 87 kilos.
Al sur de Araba, en la Sierra de Cantabria, entre los años 1562 y 1700, se cazaron 94 osos adultos y 22 crías. La presencia del plantígrado era muy frecuente también en los montes de Izki y Apellaniz, así como en la Sierra de Urbasa. Podemos decir que a finales del XVIII existía un núcleo más o menos diseminado que se extendía por los montes navarros de Aralar, Urbasa y Andia que en dirección norte se dirigía hasta el Baztan, donde se unían con las poblaciones del Pirineo.En el Baztan, en concreto en un maizal de Erratzu, a principios del siglo XX, se cazó el último ejemplar que se tiene constancia en este valle de Nafarroa.
En Bizkaia las Juntas del Valle de Carranza entregaron 200 reales a un cazador de osos. En 1685 se pagaron 250 reales por los daños producidos por los osos. En 1782 en Arrigorriaga aparece escrito como, por falta de estímulo de los vecinos, iban en aumento los animales salvajes, y se estableció un premio de 75 reales de vellón para quien matara un oso, 40 si era cachorro y 4 si era cría. Igualmente las anteiglesias de San Miguel de Basauri, Zarátamo, Miravalles, Oquendo, Arrancudiaga, Abando y Baracaldo establecieron premios por la caza de los osos”.
Siguiendo este orden cronológico, tenemos que a principios del XIX todavía encontramos osos en Gorbeia, siendo capturado uno por vecinos de Orozko en 1819. Poco más tarde desaparecieron en la Sierra Salvada y en Gijibo, recogiéndose como últimos ejemplares alaveses los cazados en Urgoiti en la década de los años treinta del XIX. También a principios de ese siglo se cazó el último oso gipuzkoano, en concreto en Antzuola, si bien se especuló durante mucho tiempo la posibilidad de que fuese un oso escapado de unos “titiriteros”.
Pero donde se cazaron los últimos osos de Bizkaia, dejando de un lado el de Orozko, fue en Karrantza y en Mañaria. Osos estos, de los que tenemos abundante información. En el primer caso por un enfrentamiento entre los vecinos por los derechos económicos de su caza y en el segundo por su repercusión mediática y el hecho de estar disecado y expuesto en la Casa del Parque Natural de Urkiola.
Pero, antes de ser una codiciada pieza de caza, el oso fue el centro simbólico de la Europa antigua, que lo consideraba una suerte de dios ancestral, inspiración del basajaun, y progenitor de una raza de seres mitad ser humano, mitad animal. El animal más anatómicamente semejante al ser humano, junto al simio de otras latitudes, representó, en tanto que estadio intermedio, un vínculo sagrado entre la naturaleza y la civilización, que en la cultura vasca ha sobrevivido al cristianismo.










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