Fue un día como el de hoy, de hace 83 años cuando sucedió la barbarie.
Era lunes 26 de abril de 1937, apenas pasaban unos minutos de las cuatro
de la tarde cuando las primeras bombas empezaron a silbar por el cielo
de Gernika. Aviones alemanes de la Legión Cóndor junto con aviación
italiana, ambos aliados del General Franco en su lucha contra la
República, lanzaron durante tres horas sus explosivas cargas contra la
indefensa población civil.
La gente se resguardaba donde podía, salía despavorida rumbo a los
campos alejados de la ciudad, muchos acudieron a los refugios
antiaéreos, construidos con acierto poco antes por el temor de correr la
misma suerte que la vecina localidad de Durango (bombardeada el 31 de
marzo y en donde murieron más de 300 personas), algo que en efecto
sucedió.
En
solo unas horas toda la ciudad había quedado reducida a cenizas,
destrozada, humillada. Las bombas incendiarias no cesaron de caer sobre
las impotentes gentes que se encontraban en Gernika, y tras el
bombardeo, quedaba lo peor, ver como el fuego arrasaba con lo poco que
quedaba en pie.
Se
estima entre 150 y 250 el número de civiles muertos en el bombardeo. No
fue una operación contra objetivos militares, no fue un ataque de
ejército a ejército dentro de una guerra, este bombardeo, al igual que
el de Durango, fue un ataque premeditado contra población civil
indefensa y desarmada. Fue un campo de pruebas para la aviación alemana
de cara a comprobar los efectos de su poderosa artillería para una
futura guerra que estaba ya muy próxima. En definitiva, este bombardeo
fue una matanza de inocentes, las bombas se lanzaban por igual contra
mujeres, niños, ancianos y todo tipo de personas humildes, trabajadoras
que estaban al margen del conflicto. Franco así lo quiso.
A
partir de entonces Gernika no volvió a ser la misma, ya que aquella
gran herida nunca llegó a curarse totalmente por que jamás se ha hecho
plena justicia, ni con Gernika, ni con Durango, ni con todas las
atrocidades perpetradas por el ejército sublevado del bando nacional.