miércoles, 11 de enero de 2017

Casas Viejas, un crimen de estado

Tal día como hoy de 1933 tuvo lugar la matanza de Casas Viejas, uno de los acontecimientos más trágicos de la II República. Cuando se proclamó la II República en 1931, el nuevo gobierno puso en marcha una Reforma Agraria para dotar de tierras a los campesinos sin propiedad llamados jornaleros, sin embargo, la falta de fondos para indemnizar a los latifundistas hizo que la ley aprobada en 1932 fuera excesivamente lenta. La inquietud social y la protesta de la izquierda por este retraso fue la causa del alzamiento anarquista que acabó con los sangrientos sucesos de Casas Viejas.


Casas Viejas, era una pedanía de Medina Sidonia (Cádiz) de unos 2.000 habitantes y a principios de enero de 1933, durante la madrugada del 10, un grupo de anarcosindicalistas, creyendo formar parte de un levantamiento anarquista en todo el país, asaltaron el ayuntamiento quemando los títulos de propiedad y declararon el comunismo libertario, hiriendo en el asalto a dos guardias civiles, a uno de ellos de muerte.


Sin embargo, lo que llegó al pueblo pocas horas después no fueron los refuerzos de sus compañeros anarcosindicalistas de Jerez, como esperaban, sino mas guardias civiles y guardias de asalto (el cuerpo que Azaña había creado por su falta de confianza en la benemérita) con órdenes terminantes de sofocar el estallido, “sin prisioneros ni heridos”, según declararían algunos de ellos. Las fuerzas de represivas tomaron Casas Viejas y, utilizando la intimidación y la violencia, consiguieron los nombres de los habitantes con declaradas simpatías anarquistas. Ante este hecho, los rebeldes se refugiaron en la choza de Seisdedos, un carbonero de 72 años que había sido señalado como uno de los cabecillas del levantamiento.


Entonces fue cuando se desató el terror. El acoso a la casucha fue brutal. Durante el mismo murió un guardia de asalto. Por la noche, el acoso continuó con granadas, rifles y una ametralladora. Más tarde llegaría el capitán Rojas con cuarenta guardias de asalto, según su versión con la orden verbal de “abrir fuego sin piedad contra todos los que dispararan contra las tropas” que le había transmitido el director general de seguridad, Alberto Menéndez. En vista de la resistencia de los amotinados, Rojas ordenó incendiar la choza para provocar la espantada. 


La choza ardió. Antes de comenzar el fuego ya habían muerto dentro el anciano Seisdedos y su hijo Perico. El incendio acabó con la vida de otras cuatro personas: Paco Cruz (también hijo de Seisdedos), Manuela Franco, Manuel Quijada y Jerónimo Silva; antes habían ametrallado a Manuela Lago, de 17 años, y Francisco García, de 18. Serían las tres de la madrugada. El pueblo enmudeció de nuevo. Los guardias pasaron por la fonda y comieron y bebieron. La matanza continuaría con el ajusticiamiento de media docena más de habitantes señalados que habían sido hechos prisioneros y llevados ante los rescoldos de la choza de Seisdedos. Fueron asesinados a sangre fría cuando se encontraban aprehendidos y desarmados. La masacre se saldó con 21 muertos entre asesinados y quemados vivos. Fue una tragedia de una magnitud indescriptible, se trató sin duda de un abuso de autoridad, contra la población que vivía en la miseria. Un crimen de Estado.


Fuente: El Asombrario & Co (Antonio García Maldonado) y la Amapola Libertaria