domingo, 5 de diciembre de 2021

Imágenes de personas hurgando entre desperdicios de animales alertan sobre el hambre en Brasil


Con el título “Camión con piel y huesos se convierte en esperanza de alimento para los que pasan hambre”, el diario Extra de Brasil publicaba el 29 de septiembre una serie de espeluznantes imágenes de brasileños buscando comida entre huesos, sobras y entrañas, recolectados en supermercados y destinados a fábricas de jabones y alimentos para mascotas.



Las imágenes, que hablan por si solas, ponen de manifiesto que la sombra de la hambruna está volviendo a planear sobre gran parte de los brasileños. Según datos recogidos por la Red Brasileña de Investigación sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Rede Penssan) unos 20 millones de personas no tienen asegurada la alimentación diaria. En la mayoría de las ciudades del país, mendigos de todas las edades deambulan por las calles tratando de mantenerse con vida y dormir en las aceras incluso en barrios ricos como Copacabana e Ipanema en Río, Savassi en Belo Horizonte o Higienópolis en Sao Paulo.

Los números contrastan fuertemente con el hecho que Brasil es el principal exportador de carne vacuna del mundo, con la mayor cantidad de ganado que cualquier otro país. Así, mientras en las tiendas de los barrios periféricos se están volviendo a ver carteles que anuncian venta de huesos para acompañar un plato de sopa; en los supermercados de las zonas de alto standing, la carne es un artículo de lujo que llega a las estanterías con sensores de seguridad. 



En 2014 con el anterior gobierno progresista,, Brasil consiguió salir del Mapa del Hambre de la FAO gracias a programas sociales como el Bolsa Familia, pero la llegada de la derecha al poder después del golpe institucional y jurídico que defenestró a la presidenta Dilma Rousseff, hambre, desempleo y miseria volvieron a instalarse en el país sobre todo después de la llegada del ultraderechista Jair Bolsonaro. La inflación de los alimentos es el resultado del desmantelamiento de las políticas de regulación de los precios practicada por los gobiernos anteriores. El equipo económico del presidente Jair Bolsonaro prefirió vender las reservas alimentarias, que antiguamente eran acumuladas para hacer frente a la turbulencia de los mercados y conseguir frenar los precios.

Millones de brasileños están pasando hambre porque se está especulando con el precio de los alimentos, los productores calculan el precio en el mercado internacional y venden dentro de Brasil a precios próximos a los del mercado internacional. Cuando los precios suben en el extranjero o cuando el dólar se revaloriza con respecto al real, los precios de los alimentos acaban subiendo porque los productores dicen que si los brasileños no pueden pagar esos precios, los colocan en el mercado internacional porque así ganan más.

Esa manera de proceder no es cosa nueva, en Venezuela los empresarios agroindustriales llevan toda la vida intentando especular con los precios, la diferencia con Brasil, es que en Venezuela es el Estado quien se encarga de fijar una lista de precios obligatorios con el fin de evitar dicha especulación. La regulación de precios ha sido una constante de los gobiernos chavistas y por eso a pesar de que la inflación unida al bloqueo ha golpeado fuerte a la economía venezolana, el reparto de cajas CLAP entre los mas desfavorecidos ha sido una forma de garantizar el acceso a productos alimenticios básicos de 6 millones de familias venezolanas, a través de la organización popular.


Curiosamente, a pesar de que la regulación de los precios de los alimentos básicos impidió la especulación y por ende que la población venezolana llegara a sufrir hambruna, y a pesar de que Venezuela exhibe el mejor registro de manejo de la pandemia a nivel continental, organismos como la OEA, Human Rights Watch, y artistillas de medio pelo como Miguel Bosé, Alejandro Sanz, Carlos Baute, Carlos Vives, Luis Fonsi etc se dedicaron a difundir la matriz de opinión de que Venezuela vive una crisis humanitaria. Por el contrario, ahora permanecen, sordos, mudos y ciegos ante la inseguridad alimentaria que vive el país carioca y ante la nefasta gestión de la pandemia, que fue calificada de simple “gripinha” que se solucionaría dejando que la gente se contagiara para conseguir la "inmunidad de rebaño" lo cual ha provocado ya mas de 600.000 muertes y más de 21 millones de contagiados convirtiéndose en el segundo país del mundo más afectado por la pandemia, tan solo por detrás de Estados Unidos.


Bolsonaro ha sido un personaje nefasto para Brasil, durante la campaña electoral ya realizó numerosas declaraciones machistas, homófobas y racistas, y una vez en el cargo ha aprobado leyes muy controvertidas para facilitar el acceso a las armas, limitar los derechos de las comunidades indígenas en el Amazonas o denegar la indemnización a las víctimas de la dictadura militar de 1964.

Quienes le apoyaron fueron el capital financiero y sus representantes, los oligopolios y una parte de las fuerzas armadas. Bolsonaro nunca fue moderado, es el típico personaje neofascista. Las fuerzas que lo apoyaron son responsables del golpe al gobierno progresista, de la hambruna que están sufriendo 20 millones de personas, de la bestial desforestación del Amazonas y de la muerte de miles de personas por covid que pudieron haberse evitado.

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