miércoles, 23 de noviembre de 2016

El día que murió Euskalduna

El 23 de noviembre de 1984 es el símbolo de una tragedia, la del cierre del astillero Euskalduna, una fábrica que empleaba a 2.000 operarios y que construia barcos en el corazón de un Bilbao industrial, pintado de tonos grises y ocres, asomado a una ría que era el abrevadero de las fábricas y el desagüe de una ciudad de hierro y óxido, de pantalón de mahón y lucha obrera. 


Euskalduna, por su propia biografía, era el símbolo inequívoco de Bilbao y una bandera del nacionalismo vasco. El Bilbao del pasado siglo no se puede entender sin el eslabón del astillero y el de otras tantas industrias, colmenas del trabajo, cabezas tractoras de la economía vasca, que entró en coma en los áridos 80.

No ocurrió de la noche a la mañana. Se veía venir. Desde Europa se marcaba la capacidad de producción de los países, pero era el Estado el que decidía quiénes producían y quiénes no.  Si bien los gobernantes socialistas ponían el acento en que se trataba de una decisión económica, el empeño en desmantelar la fábrica tenía para muchos un tufo político. Eso alimentó la batalla de Euskalduna, un paisaje de trincheras, de obreros con tirachinas, cócteles molotov, mangueras a presión y de policías con gatillo fácil apostados en el puente de Deusto, una lengua de asfalto convertida en un peligroso desfiladero para los viandantes que tenían que atravesarlo.


Ese otoño se había ido intensificando progresivamente la lucha, sobre todo a partir del 10 de octubre día en que se confirmó oficialmente el inminente cierre de Euskalduna. La respuesta de los trabajadores no se hizo esperar, se ocupó el astillero haciendo barricadas de fuego en el puente de Deusto, quemándose varios autobuses. A partir de entonces comenzó lo que se conoció como "la batalla de Euskalduna" cuyos momentos mas algídos se dieron a mediados de noviembre siendo el día 19 el día que hasta la fecha hubo, hubo los enfrentamientos mas violentos. 

El día 20 de noviembre el capitan que dirigia las fuerzas policiales fue entrevistado por la prensa y declaro que la situación que se había vivido durante ese mes y pico en la factoría no era normal, que ellos habían estado en Sagunto y que allí los trabajadores no habían respondido con tanta contundencia y que esa situación tenía que acabar.

Ese mismo día 20 de noviembre el pediatra Santi Brouard, destacado miembro de Herri Batasuna, fue asesinado a tiros en su consulta de Bilbao por sicarios del GAL. La asamblea decidió suspender las movilizaciones que tenían previstas para ese día y participar en las movilizaciones convocadas en protesta por su muerte, así como en la Huelga General convocada al día siguiente. De inmediato hiceron una pancarta con el lema "Santi gogoan zaitugu" y la colgaron con una gran ikurriña con crespón negro en las ventanas del comedor junto al puente, para que estuviese bien visible a todo el que pasara por el, su repulsa al asesinato de Santi y el odio a sus asesinos. 


El 22 de noviembre la Euskal Herria peninsular se paralizó por completo en denuncia del asesinato del parlamentario Santi Brouard. Quizá como castigo ante el multitudinario apoyo a la huelga general, una de las compañías especiales de reserva de la Policía española, traída expresamente para reprimir las protestas por la muerte del dirigente abertzale, cargó al día siguiente con especial violencia contra los trabajadores de Euskalduna.

La madrugada del viernes 23 de noviembre amaneció mas fría y oscura que las anteriores. A las 6:30 de la madrugada la policía tenía la factoria tomada por todas partes, como de costumbre, pero... se les notaba inquietos, enfurecidos y en un número superior a los de los anteiores días. Por otra parte, los de los pañuelos rojos al cuello de los que estaban en el puente resultaban extraños. En las inmediaciones del Sagrado Corazón, el capitan Echeita (el chino), al reconocer a algunos tiragomeros les espetó: "si pensais que yo soy malo, esperad hoy a ver como os meten en cintura aquellos que están en el puente"


Efectivamente, la actuación policial del 23 de noviembre fue brutal. Los enfrentamientos se iniciaron a las 6:45 de la mañana, cuando los trabajadores entraron a los astilleros. En ese momento, la fuerza pública cargó contra los trabajadores sin que con anterioridad se hubiera producido ningún incidente y sin previo aviso. Una tanqueta de la policía derribó la caseta del guarda y parte de la valla de entrada a la factoría y asaltaron el astillero armados de pistolas, metralletas y subfusiles. Pablo González Larrazabal, obrero de 53 años que había comenzado a trabajar en Euskalduna con 16 años, sufrió un infarto cuando huía como el resto de trabajadores a refugiarse en los barcos del fuego real de pistolas y subfusiles disparado por la Policía española. Otro trabajador, Vicente Carril, resultó herido de bala. Otro obrero resultó con quemaduras graves en el 22% de su cuerpo por el estallido de un bote de humo y otros más resultaron heridos por golpes.

El fallecimiento de Pablo González Larrazábal se produjo poco después de intentar refugiarse en el interior de un buque en construcción. Para entonces ya había resultado herido Vicente Carril, alcanzado por una bala en un costado. Simultáneamente, decenas de policías, pertenecientes a la compañía número 11 de la reserva general, con base en Miranda de Ebro, asaltaron el edificio que alberga las sedes de las secciones sindicales, así como los comedores y biblioteca de la empresa. Los policías arrancaron de cuajo lavabos, inodoros, tuberías, y arrasaron cuanto encontraron a su paso, incluidos los libros de la biblioteca, que arrojaron al suelo, y las botellas guardadas en un almacén contiguo a los comedores. Las sedes sindicales resultaron seriamente dañadas, con excepción de la correspondiente a la UGT, en la que no llegaron a penetrar.


Del barco en construcción partieron gritos que advertían a la policía de que había una persona muy grave. Tras 20 minutos de tenso diálogo, durante los cuales la policía impidió su evacuación, por fin el oficial que mandaba el operativo dio orden de retirada. Una ambulancia pudo entonces acercarse y trasladar al trabajador al botiquín de la empresa. Un vehículo de la policía municipal le trasladó al hospital de Basurto, donde, tras un infructuoso intento de reanimación, sólo pudieron certificar el fallecimiento de Pablo González. Esa misma tarde, en protesta por los sucesos de la mañana, cerca de un millar de trabajadores de Euskalduna se manifestaron por el centro de Bilbao, colocando algunas barricadas. Un agente pretendió que los informadores gráficos que cubrían la manifestación retirasen una barricada que había sido colocada por los manifestantes. En un ambiente de gran tensión, los informadores se negaron a cumplir la orden.

Con el fallecimiento de Pablo González, las heridas de bala de Vicente Carril y el fuego que atrapó el cuerpo de Jesús Fernández Casado tras la desmedida intervención policial, los acontecimientos se precipitaron. Cada día era más difícil mantener una lucha que fue muy popular, pero que con el tiempo pasó a ser una lucha más cuestionada porque repercutía en el resto de la ciudad. Cortar el puente de Deusto, las broncas en el Sagrado Corazón, paralizaban Bilbao. La unión no se resquebrajó únicamente en los aledaños del astillero. Dentro se cruzaban los intereses que determinaban distintas fuerzas sindicales. Las asambleas eran cada vez tirantes y la oferta de Gobierno, que envió cartas a los trabajadores para que se acogieran a los Fondos de Formación, expiraba a finales de diciembre.


Frente a ese envite, y como última medida, se decidió un encierro con la intención de evitar goteras entre los trabajadores. El 3 de diciembre decidieron encerrarse en la factoría para mantener la cohesión. Todos los días se hacían asambleas, los familiares les visitaban, celebraron con ellos la cena de Nochebuena y la Navidad. El 28 de diciembre acabó todo. Hubo división y muchos firmaron las cartas para acceder a los Fondos de Formación y recolocaciones que ofrecía el Gobierno. Antes del nuevo año, Euskalduna fue pretérito y Bizkaia, su industria, arrancada a jirones en la peor crisis que se recuerda, un salto al vacío. 

Si bien no se consiguió que no se cerrara el astillero, se consiguieron cosas impensables, para muchos trabajadores aquella fue la pelea más intensa que conocieron y creen que mereció la pena, aunque todos coinciden en que el cierre de Euskalduna marcó la capitulación de la “lucha obrera de los setenta y ochenta. El cierre de Euskalduna marcó el final de una época”. 


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