jueves, 22 de septiembre de 2016

Soñaba el mar con besar a la luna: la revolución

Cuando la luna y el sol se alinean en las fases de la luna llena o la luna nueva se producen las mareas vivas, la marea alta llega a lo más alto y la marea baja a lo más bajo. En septiembre y marzo la fuerza de las mareas vivas aumenta por el efecto del movimiento de la tierra en el eje. Si en uno de esos días de marea viva de septiembre hay un viento potente las olas pueden concentrar una fuerza descomunal.


Cuando leía a Rosa Luxemburgo (autora del final del XIX y del principio del XX, con vida sacrificada por la causa socialista) me imaginaba a la sociedad de su época en la marea viva de un equinoccio, en medio del mes de septiembre, en pleamar, con un viento prominente . La marea viva era el movimiento obrero, desatando las fuerzas amarradas por la opresión. En algunos momentos parecía alcanzar la pleamar durante los periodos revolucionarios. En esos periodos podía aparecer la huelga de masas, capaz de llevarse por delante las barreras que le pusieran.

El mar estaba dispuesto a besar a la luna contra todos los esfuerzos de la tierra de mantenerlo agarrado para siempre. Lo intentaba sucesivamente, cada vez con más decisión…



Un siglo después, parece que salimos del equinoccio y la luna perdió su influjo sobre las aguas. Será que un cometa colisionó con el satélite y lo rompió en mil pedazos de esperanza. Algún fragmento de la luna parece a estas bajuras históricas una cuerda más de opresión; se fue al centro de la Tierra para desprender desde allí su gravedad hacia abajo y debilitar la fuerza de la marea, pues atrae con su canto de sirena a los Ulises despistados. Los otros fragmentos de la luna, exhaustos y voluntariosos intentan levantar la marea al máximo de su atracción para evitar que el mar muera de pena y desilusión, desde los ángulos rectos con el sol. Las lágrimas del mar cautivo son la razón de su salinidad.

Ya no soplan vientos para que las olas luzcan bravas sobre las mareas muertas. Una brisa acaricia al mar amansado y derrotado. Las olas son un triste quejido como el sonido de las bocinas de los barcos de la película Eleni de Theo Angelopoulus.



En muchas obras los revolucionarios nos explicaban desde su anarquismo, socialismo, bolcheviquismo, … el deber de toda persona iluminada por las idea de la revolución de la igualdad, la libertad y la fraternidad, ante la inminente revolución. En un momento en el que la revolución parece alejarse en el pasado, sin perder la esperanza de que en un nuevo equinoccio una marea viva y una gran ola libere a la humanidad de las cadenas de las que ahora parece que no puede librarse, me pregunto qué cabe hacer. La moral responde con claridad que hay que empujar el empeño mientras quede vida, “mientras a alguien le queden ganas de amar”, diría David Lebón. La política contesta, como también algunos revolucionarios recomendaron en momentos de mayor gloria, que hay que mantener viva la débil llama en la noche, para que las futuras generaciones en su partida tengan, junto a sus nuevos descubrimientos, un acervo con el que avivar.



Por supuesto, nunca cierro la puerta a la sorpresa feliz...

Fuente: Samuel García Arencibia

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