Cuando la luna y el sol se alinean en las fases de la luna llena o la
 luna nueva se producen las mareas vivas, la marea alta llega a lo más 
alto y la marea baja a lo más bajo. En septiembre y marzo la fuerza de 
las mareas vivas aumenta por el efecto del movimiento de la tierra en el
 eje. Si en uno de esos días de marea viva de septiembre hay un viento 
potente las olas pueden concentrar una fuerza descomunal.
Cuando leía a Rosa Luxemburgo (autora del final del XIX y del 
principio del XX, con vida sacrificada por la causa socialista) me 
imaginaba a la sociedad de su época en la marea viva de un equinoccio, 
en medio del mes de septiembre, en pleamar, con un viento prominente . 
La marea viva era el movimiento obrero, desatando las fuerzas amarradas 
por la opresión. En algunos momentos parecía alcanzar la pleamar durante
 los periodos revolucionarios. En esos periodos podía aparecer la huelga
 de masas, capaz de llevarse por delante las barreras que le pusieran.
El mar estaba dispuesto a besar a la luna contra todos los esfuerzos 
de la tierra de mantenerlo agarrado para siempre. Lo intentaba 
sucesivamente, cada vez con más decisión…
Un siglo después, parece que salimos del equinoccio y la luna perdió 
su influjo sobre las aguas. Será que un cometa colisionó con el satélite
 y lo rompió en mil pedazos de esperanza. Algún fragmento de la luna 
parece a estas bajuras históricas una cuerda más de opresión; se fue al 
centro de la Tierra para desprender desde allí su gravedad hacia abajo y
 debilitar la fuerza de la marea, pues atrae con su canto de sirena a 
los Ulises despistados. Los otros fragmentos de la luna, exhaustos y 
voluntariosos intentan levantar la marea al máximo de su atracción para 
evitar que el mar muera de pena y desilusión, desde los ángulos rectos 
con el sol. Las lágrimas del mar cautivo son la razón de su salinidad.
Ya no soplan vientos para que las olas luzcan bravas sobre las mareas
 muertas. Una brisa acaricia al mar amansado y derrotado. Las olas son 
un triste quejido como el sonido de las bocinas de los barcos de la 
película Eleni de Theo Angelopoulus.
En muchas obras los revolucionarios nos explicaban desde su 
anarquismo, socialismo, bolcheviquismo, … el deber de toda persona 
iluminada por las idea de la revolución de la igualdad, la libertad y la
 fraternidad, ante la inminente revolución. En un momento en el que la 
revolución parece alejarse en el pasado, sin perder la esperanza de que 
en un nuevo equinoccio una marea viva y una gran ola libere a la 
humanidad de las cadenas de las que ahora parece que no puede librarse, 
me pregunto qué cabe hacer. La moral responde con claridad que hay que 
empujar el empeño mientras quede vida, “mientras a alguien le queden 
ganas de amar”, diría David Lebón. La política contesta, como también 
algunos revolucionarios recomendaron en momentos de mayor gloria, que 
hay que mantener viva la débil llama en la noche, para que las futuras 
generaciones en su partida tengan, junto a sus nuevos descubrimientos, 
un acervo con el que avivar.
Por supuesto, nunca cierro la puerta a la sorpresa feliz...
Fuente: Samuel García Arencibia




No hay comentarios:
Publicar un comentario