domingo, 3 de febrero de 2013

Cientos de kilómetros de cordón

Manda la tradición. 3 de febrero, San Blas, día para comprar un cordón, colocárselo al cuello y listo. Es lo típico, es lo que creyentes y no creyentes tienen la costumbre de hacer llegada esta fecha porque hoy en Bilbao se celebra una feria, la feria de San Blas, y El Arenal se llena de puestos que venden cordones de colores y rosquillas de San Blas.


Al parecer San Blas fue un médico que, según se cuenta, curó milagrosamente a un niño al cual se le había atravesado una espina de pescado en la garganta. De ahí le viene la fama a ese santo de proteger contra los males de garganta y de ahí viene también la costumbre del cordón.

Sin embargo, en la festividad de San Blas, se perciben connotaciones etnográficas de orígenes remotos, donde el ritual pagano de antiguos pueblos agrícolas y pastoriles” no pudieron ser acallados por el cristianismo. A San Blas se le relaciona con el oso, animal mítico que juega un papel clave en el despertar de la naturaleza en su cíclica regeneración. El vasco primitivo habría celebrado ceremonias de carácter mágico destinadas a provocar el ansiado despertar de la naturaleza a la vida y la fecundidad. El oso de nuestras mascaradas y farsas carnavalescas (Arizkun) es sacado de su letargo invernal pues su despertar se vincula al de la propia Naturaleza.

También el análisis de la fase lunar en estas fechas permitía al hombre primitivo medir la distancia a la esperada luna llena vernal. De aquí el carácter augural de estos dos días en la tradición campesina. Es conocido por todos el famoso refrán "Por San Blas la cigüeña verás; y si no la vieres, año de nieves".

El día de San Blas además de comer rosquillas o torta y de ponernos un cordón, también hay costumbre de cantar con la makila. La práctica de acompañar el canto con golpes rítmicos producidos en la tierra por las makilas también tiene origen pagano y simboliza el final del invierno: los golpes anuncian a la tierra la llegada de la  primavera, el final del letargo invernal. Su propósito es despertar a la tierra a tiempo para que la cosecha sea buena.



Fuente: Euskonews




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