El sábado de botellón y las borracheras o "curdas", tan en boga en la actualidad, no son ni mucho menos un fenómeno del siglo XXI. A finales del siglo XiX, los sábados en Bilbao ( y seguramente en muchas otras ciudades de Euskal Herria), eran los días elegidos por dos tipos de vecinos muy especiales. Los que imploraban la caridad en las calles y puertas de las iglesias y los que aprovechaban el fin de semana para reunirse a beber, olvidar sus penas y acabar tratando a Dios de tú a tú. Estas circunstancias, obligaban a los agentes municipales de la autoridad a realizar horas extraordinarias para la recogida de los vecinos aficionados a la "curda" semanal.
El
problema de la recogida de borrachines era complicado, y no solo por la
cantidad sino también por la dificultad que entrañaba trasladar al
beodo hasta el cuartelillo municipal. Así
pues, nuestros munícipes se vieron obligados a recurrir al único
vehículo disponible en aquella época para realizar los traslados de los
borrachos irascibles y tambaleantes: un carro tirado por dos mulas
El
Ayuntamiento de la ciudad, decidió establecer un servicio de recogida
de borrachos callejeros en sus dos especialidades: escandalosa y
derrumbada, porque la otra variedad borracheril, es decir la de los que
aún podían tenerse en pie, no planteaba problemas, pues por regla
general, estos últimos, abandonaban el "campo de batalla" por sus
propios medios.
A este servicio municipal de recogida, se le bautizó popularmente como :"EL CARRO DE LAS CURDAS".
Parece ser, que uno de los usuarios más habituales del citado servicio
gratuito, era un zapatero de la Villa, al cual hasta le compusieron una
copla, que decía más o menos así:" En el Carro de las curdas ayer pasó por aquí, llevaba una bota fuera, por eso le conocí"
Si
la citada medida funcionaba entonces, quizás nuestros Ayuntamientos,
deberían replantearse recuperarla, aunque eso sí, en versión siglo XXI
¿no creeis?
Los fines de semana (y sus mangas)
ResponderEliminarHace más de un siglo los fines de semana también eran para la diversión. Pero también la excusa para engancharse una borrachera descomunal. El número de personas que acababa cogorzas perdidos representó un grave problema para el ayuntamiento. Tanto que tuvo que idear un vehículo para transportarles y llevarles a dormir la mona a la prevención.
“El carrito de los curdas” recogía a aquellos borrachos que ya no se tenían de pie o que eran escandalosos, sobreentendiendo que los demás llegarían de alguna manera a sus casas. Por lo que se comenta, algún bilbaíno le cogió gusto y se emborrachaba sabiendo que le pasarían a recoger, y le llevarían a dormir la mona…