jueves, 25 de diciembre de 2014

Solsticio de invierno y personajes navideños



La Navidad significa una ruptura en el tiempo, una evolución o una novedad cíclica y necesaria, incluso sin creencias de ningún tipo. Es una época que rompe la línea del tiempo anual y por estos motivos, desde tiempos muy remotos, posiblemente desde que el ser humano tuvo la capacidad de razonar, se han celebrado fiestas por estas fechas, siempre esta época del año fue motivo de celebraciones religiosas en las culturas europeas.

Una fecha imprescindible en todas las culturas, posiblemente determinada por el ciclo vital de la naturaleza, el solsticio de invierno, dar testimonio de una época del año, la celebración de la luz, antes de la inmersión en la oscuridad del invierno. De esa sensación surge la fiesta, la necesidad de alegría, la sensación de cambio, es la celebración del solsticio de invierno, de la luz antes de la oscuridad, del fin de un ciclo y comienzo de otro.


La Navidad es pues además de una celebración religiosa, una celebración de todos los espíritus, necesaria desde hace miles de años y grabada en el inconsciente colectivo de todas las culturas occidentales.

Es sorprendente ver como se asemejan todas la tradiciones navideñas europeas, aun teniendo cada una sus particularidades, cuando rascamos un poquito en ellas, sale a relucir su antiguo origen pagano y ese origen es casi siempre comun.

Leyendo en la wikipedia la historia del Caga Tió catalan podemos encontrar esto:

"El "tió" no era en principio otra cosa que el tronco que ardía en el hogar: el fuego a tierra. Un tronco que, al quemar, daba bienes tan preciosos como el calor y la luz, y que de forma simbólica ofrecia presentes a los de la casa: golosinas, barquillos, turrones. Aún podemos encontrar, en los pueblos, casas en las que el "tió" es un gran tronco que se pone a quemar en el fuego de tierra unos días antes de Navidad."


"A partir de ésta forma más primitiva el "tió" evoluciona: El "tió" es un tronco, elegido por los niños, se deviene mágicamente un ser que se debe de alimentar y que vive durante unos días en la cocina de la casa, que da sus regalos en Navidad y que después de quema."

Y leyendo al etnologo y antropólogo vasco Jose Mari Satrustegui en su artículo "El fuego de Nochebuena" podemos encontrar esto:

"El folclore de Navidad conjuga el misterio de Belén con antiguos ritos solsticiales perfectamente asimilados en la tradición cristiana de la fiesta. Una de las manifestaciones más representativas de la navidad vasca es laque cada familia se encargaba de preparar ya en otoño, al hacer acopio de leña para el hogar" del tronco de Navidad.


"El tronco de Navidad recibe el nombre de Olentzero en algunas localidades, en tanto que otros identifican este nombre con el ciclo de Navidad. La figura obesa que actualmente recorre las cercas rurales y calles urbanas es la personificación de una rica simbología que sólo conserva ya la huella erosionada de sus señas de identidad. Su relación con el fuego queda asociada a la bajada por la chimenea, al aguinaldo de nueces, castañas, higos secos y otros frutos con los que obsequiaba por el mismo conducto a los pequeños de la casa"

Las tradiciones populares encierran un rico legado escrito en clave críptica de antiguas culturas.

JAI ZORIONTSUAK!!

lunes, 3 de noviembre de 2014

La Arboleda: pasado minero, presente de ocio.

De la costa al monte… Casi desde el nivel del mar, desde el valle bizkaino de Trápaga se nos presenta el monte de forma brusca....


Apenas a una veintena de kilómetros de Bilbao, se encuentra el paraje de La Arboleda, en plenos Montes de Triano. Testimonio y protagonista excepcional del pasado minero de la zona, buena parte del desarrollo industrial comenzó a forjarse en sus explotaciones de hierro. Mucho de lo que es hoy Bilbao es gracias al trabajo y esfuerzo de miles de mineros que desde la segunda mitad del siglo XIX trabajaron en las explotaciones mineras de hierro a cielo abierto que existieron en los montes de Triano, conocidos como los montes de hematites más maravillosos de Europa.


De entre todos los pueblos mineros, La Arboleda, en el municipio de Trapagaran, es quizás el principal y más conocido de todos los que existieron en la zona. Fue fundado en 1877 para albergar a los obreros que procedentes de todos los rincones de la Península Ibérica llegaron a trabajar a las minas


Tras la 2ª Guerra Carlista y con la abolición de los fueros se pudo exportar mineral de hierro, (exportación antes prohibida por el fuero), y lo que fue decisivo, personas con dinero pudieron comprar y apropiarse de los terrenos que antes fueron comunales. Así sucedió que los riquísimos yacimientos de mineral de hierro de los montes de Triano que antes eran propiedad colectiva de los vecinos de la villa de Portugalete fueron comprados a la villa por Juan María de Ybarra que se convirtió en un oligarca. 


Fueron años duros, en los que hombres, mujeres y niños trabajaron en condiciones extremas, vivieron hacinados en barracones o diminutas casas, y las enfermedades y muertes estaban a la orden del día, de hecho, en algún momento la esperanza de vida fue de tan solo 18 años. La pésima calidad de vida y las desfavorables condiciones de trabajo facilitaron la creación de diversos movimientos sindicales, convirtiéndose en un verdadero centro de lucha obrera, con huelgas a veces largas y sangrientas. Anarquistas, socialistas y comunistas lucharon por conseguir mejores condiciones de trabajo. 


En los años cincuenta del siglo XX, las vetas estaban prácticamente agotadas, y en 1963 cesó la exportación del mineral de hierro......

Un paseo por La Arboleda es retroceder unos años en el tiempo. No por los mineros, que ya no existen, sino por sus casas en hilera de una o dos alturas separadas por callejones estrechos, su plaza en cuesta, la iglesia, las tabernas..etc pero sobre todo por el paisaje transformado por el duro trabajo de los mineros.


Las antiguas minas, cuyas explotaciones eran al aire, son ahora embalses artificiales rodeados de un entorno verde que se ha transformado en espacio de ocio y esparcimiento. Donde antes había trabajo sacrificado y condiciones de vida muy duras, hoy podemos ver un parque maravilloso, el “Meatzalde Goikoa Parkea”, convertido en museo al aire libre donde se exponen esculturas de artistas vascos de renombre.


Fuente: Bilbao Greeters 

viernes, 15 de agosto de 2014

La batalla de Orreaga


El 15 de agosto del año 778 una terrible batalla sobrecogió al Pirineo navarro. Durante horas, quizá días, miles de personas se golpearon con armas de metal hasta la muerte. En cuanto no quedó perdedor alguno con vida, los vencedores de la jornada se retiraron.

Fue el enfrentamiento armado más grave de su época, un hecho que conmocionó a Europa. ¿Cúal fue la causa para que el horror se apoderara de las montañas navarras? ¿Quién tomó parte en tan sangrienta lucha? Y lo más importante ¿por qué?

Los hombres, silenciosos y rápidos, transitaban los senderos de los montes que desde Iruña, la ciudad de los vascones, conducen al norte boscoso de su territorio, dirigiéndose al estrecho desfiladero por el que llegó, al principio de la primavera, Carlos, rey de los francos, con una parte de su ejército invasor, para sitiar y conquistar Iruña. Siguió luego a Zaragoza, a la que sitió sin lograr conquistar. Desesperado por la derrota y abrumado por el calor de aquel verano de 778, levantó el asedio, decidiendo retirarse a sus cuarteles de invierno, trajinando el regreso por vía vascona. Tras asentarse en Iruña nuevamente para recobrar él y su ejército fuerzas y abastecer su intendencia, ordenó el incendio de la ciudad tan pronto reemprendieron la marcha hacia el norte, advertencia a los posibles levantiscos de que no serían clementes con ninguna insubordinación.

Los vascones carecían de hombres con entrenamiento militar y armas suficientes como para enfrentarse al ejército más poderoso de Europa, pero no permanecían inactivos. Sin tocar las bocinas de llamada ni prender fuegos convocatorios en lo alto de sus montes, rápidos mensajeros conectaron a los diversos pueblos para el gran asalto vengativo. Planificaron una estrategia conjunta para vengar a sus muertos y reparar la afrenta que suponía la ocupación y la desolación de la tierra quemada. Eran descendientes de los sobrevivientes de Roma, la primera incendiaria de la ciudad vascona, y dispuestos estaban a rechazar la amenaza que suponía Carlos y sus sueños de hegemonía y sus delirios de grandeza. Aborrecían ser parte de su imperio. Querían forjar un reino propio.

Los vascones, convertidos en improvisados guerreros, recolectaron y colocaron las piedras en montones precisos y a distancias calculadas sobre las alturas del barranco, permaneciendo fijos en sus puestos de observación y combate. Otros, en grupos de asalto, molestaban mediante escaramuzas al ejército invasor que seguía la ruta que desde Iruña los llevaba hasta el alto de Errozabal, cruzando el valle de Esteribar. A la vanguardia cabalgaban Carlos y el obispo Turpín, seguidos por los veinte mil hombres de caballería e infantería que componían el ejército franco, unidas las fuerzas todas en la retirada de Zaragoza. La retaguardia la encabezaba Roldán, el Par favorito de Carlos, de quien decían era hijo. 

Los invasores urgían acceder con rapidez a sus hogares porque no era buen tiempo para la andanza de un ejército el inestable otoño, menos el nevoso invierno. Anhelaban disfrutar de la paz doméstica que, en su actividad militar, restaban a los demás. Marchaban forzados, revestidos con yelmos y corazas de metal, cargando sus pesadas armas, alertas a una posible emboscada, pues ni el apóstol Santiago podría salvarlos de la trampa que suponía el barranco de la tierra vascona por el cual se accedía a la llanura de Aquitania, si sufrían un ataque. Lo temían, pero no lograban calibrarlo. El enemigo resultaba invisible. Se sabía que estaba ahí por los ataques nocturnos y los aterradores aullidos lobunos que emitían, impidiéndoles el descanso.

 Cuando el ejército, cual una inmensa serpiente se fue desenroscando por el estrecho vericueto del desfiladero, los vascones actuaron. Cayeron las piedras, convertidas en misiles, sobre hombres y bestias, en tal profusión, que les deparó la muerte o heridas tan profundas que los llevaron a ella. La indefensión era total pues sus arreos de combate no lograron suavizar el impacto del diluvio pétreo y no había sitio alguno donde correr ni ocultarse. Los que quedaron en pie fueron atacados por hombres armados con azkonas, la secular arma que los romanos reseñaron como propias de los vascones. No hubo tregua ni compasión.

De nada valió la llamada de Roldán, avisando del peligro y reclamando ayuda a Carlos, pues murió en el combate finalmente, protegiendo con su cuerpo, para que nadie pudiera poseerla, a su prodigiosa espada Durandarte, con su pomo cargado de reliquias sacras. Carlos y el obispo Turpín, que escucharon el olifante, emprendieron una galopada escandalosa hacia delante, dejando a sus espaldas un ejército deshecho. Muertos fueron los 12 Pares, el Estado Mayor, aquel 15 de agosto del 778 que para los francos no resultó Año de Gracia del Señor. Aunque más tarde Carlos fue proclamado emperador, los muertos de Orreaga, los suyos y los demás, habrían de pesar en su memoria. Nadie debería alcanzar la grandeza derivada de semejante sacrificio humano en aras de su ambición.

Los vascones, expedida su venganza, se retiraron. Pero comprendieron que si querían pervivir como pueblo, y tal era el deseo, habrían de forjar una entidad política que los resguardara de semejantes afrentas. Y aunque no cantaron su gesta, que como mérito tiene el no ser depredadora, y durante mucho tiempo les fue negada su victoria y deformada su genial estrategia, crearon un reino, el de Pamplona, luego de Nabarra.


Fuente: Erlantz Urtasun Antzano (Historiador) y Arantzazu Amezaga Iribarren (Escritora)

Batalla de Orreaga


El 15 de agosto del año 778 una terrible batalla sobrecogió al Pirineo navarro. Durante horas, quizá días, miles de personas se golpearon con armas de metal hasta la muerte. En cuanto no quedó perdedor alguno con vida, los vencedores de la jornada se retiraron.

Fue el enfrentamiento armado más grave de su época, un hecho que conmocionó a Europa. ¿Cúal fue la causa para que el horror se apoderara de las montañas navarras? ¿Quién tomó parte en tan sangrienta lucha? Y lo más importante ¿por qué?

Los hombres, silenciosos y rápidos, transitaban los senderos de los montes que desde Iruña, la ciudad de los vascones, conducen al norte boscoso de su territorio, dirigiéndose al estrecho desfiladero por el que llegó, al principio de la primavera, Carlos, rey de los francos, con una parte de su ejército invasor, para sitiar y conquistar Iruña. Siguió luego a Zaragoza, a la que sitió sin lograr conquistar. Desesperado por la derrota y abrumado por el calor de aquel verano de 778, levantó el asedio, decidiendo retirarse a sus cuarteles de invierno, trajinando el regreso por vía vascona. Tras asentarse en Iruña nuevamente para recobrar él y su ejército fuerzas y abastecer su intendencia, ordenó el incendio de la ciudad tan pronto reemprendieron la marcha hacia el norte, advertencia a los posibles levantiscos de que no serían clementes con ninguna insubordinación.

Los vascones carecían de hombres con entrenamiento militar y armas suficientes como para enfrentarse al ejército más poderoso de Europa, pero no permanecían inactivos. Sin tocar las bocinas de llamada ni prender fuegos convocatorios en lo alto de sus montes, rápidos mensajeros conectaron a los diversos pueblos para el gran asalto vengativo. Planificaron una estrategia conjunta para vengar a sus muertos y reparar la afrenta que suponía la ocupación y la desolación de la tierra quemada. Eran descendientes de los sobrevivientes de Roma, la primera incendiaria de la ciudad vascona, y dispuestos estaban a rechazar la amenaza que suponía Carlos y sus sueños de hegemonía y sus delirios de grandeza. Aborrecían ser parte de su imperio. Querían forjar un reino propio.

Los vascones, convertidos en improvisados guerreros, recolectaron y colocaron las piedras en montones precisos y a distancias calculadas sobre las alturas del barranco, permaneciendo fijos en sus puestos de observación y combate. Otros, en grupos de asalto, molestaban mediante escaramuzas al ejército invasor que seguía la ruta que desde Iruña los llevaba hasta el alto de Errozabal, cruzando el valle de Esteribar. A la vanguardia cabalgaban Carlos y el obispo Turpín, seguidos por los veinte mil hombres de caballería e infantería que componían el ejército franco, unidas las fuerzas todas en la retirada de Zaragoza. La retaguardia la encabezaba Roldán, el Par favorito de Carlos, de quien decían era hijo. 

Los invasores urgían acceder con rapidez a sus hogares porque no era buen tiempo para la andanza de un ejército el inestable otoño, menos el nevoso invierno. Anhelaban disfrutar de la paz doméstica que, en su actividad militar, restaban a los demás. Marchaban forzados, revestidos con yelmos y corazas de metal, cargando sus pesadas armas, alertas a una posible emboscada, pues ni el apóstol Santiago podría salvarlos de la trampa que suponía el barranco de la tierra vascona por el cual se accedía a la llanura de Aquitania, si sufrían un ataque. Lo temían, pero no lograban calibrarlo. El enemigo resultaba invisible. Se sabía que estaba ahí por los ataques nocturnos y los aterradores aullidos lobunos que emitían, impidiéndoles el descanso.

 Cuando el ejército, cual una inmensa serpiente se fue desenroscando por el estrecho vericueto del desfiladero, los vascones actuaron. Cayeron las piedras, convertidas en misiles, sobre hombres y bestias, en tal profusión, que les deparó la muerte o heridas tan profundas que los llevaron a ella. La indefensión era total pues sus arreos de combate no lograron suavizar el impacto del diluvio pétreo y no había sitio alguno donde correr ni ocultarse. Los que quedaron en pie fueron atacados por hombres armados con azkonas, la secular arma que los romanos reseñaron como propias de los vascones. No hubo tregua ni compasión.

De nada valió la llamada de Roldán, avisando del peligro y reclamando ayuda a Carlos, pues murió en el combate finalmente, protegiendo con su cuerpo, para que nadie pudiera poseerla, a su prodigiosa espada Durandarte, con su pomo cargado de reliquias sacras. Carlos y el obispo Turpín, que escucharon el olifante, emprendieron una galopada escandalosa hacia delante, dejando a sus espaldas un ejército deshecho. Muertos fueron los 12 Pares, el Estado Mayor, aquel 15 de agosto del 778 que para los francos no resultó Año de Gracia del Señor. Aunque más tarde Carlos fue proclamado emperador, los muertos de Orreaga, los suyos y los demás, habrían de pesar en su memoria. Nadie debería alcanzar la grandeza derivada de semejante sacrificio humano en aras de su ambición.

Los vascones, expedida su venganza, se retiraron. Pero comprendieron que si querían pervivir como pueblo, y tal era el deseo, habrían de forjar una entidad política que los resguardara de semejantes afrentas. Y aunque no cantaron su gesta, que como mérito tiene el no ser depredadora, y durante mucho tiempo les fue negada su victoria y deformada su genial estrategia, crearon un reino, el de Pamplona, luego de Nabarra.


Fuente: Erlantz Urtasun Antzano (Historiador) y Arantzazu Amezaga Iribarren (Escritora)

martes, 12 de agosto de 2014

La galerna de 1912




Nadie en Bermeo podía barruntar la tragedia que se avecinaba aquel fatídico 12 de agosto de 1912 a escasas cincuenta millas al norte del Cabo Matxitxako. Era lunes y los arrantzales (marineros) se afanaban en las últimas tareas de la jornada. Los integrantes de las 'txalupas' (lanchas boniteras a vela y remos de entre 13 y 15 metros de eslora y unos 3 metros de manga) se disponían a traspasar sus capturas a las embarcaciones de vapor de su compañía para que las llevasen a puerto como cada día, con las últimas horas luz.


De pronto, comenzaron a soplar fuertes rachas de viento que hacían presagiar una dura noche en alta mar. El cielo se oscureció y el Cantábrico, apacible hasta ese momento, se enfureció y desató un violento temporal. Las gigantescas olas convirtieron la lucha por la supervivencia en una disputa desigual. Aquel infierno cesó a la mañana siguiente con un dramático balance. Un total de 143 arrantzales muertos (116 de Bermeo), 16 de Lekeitio, 8 de Elantxobe y 3 de Ondarroa.


El dolor afectó de manera especial a Bermeo. Un total de 116 vecinos, más del 1% de la población de la época en la villa marinera, pereció en la galerna. Todas las familias del pueblo perdieron a alguien, un padre, un hijo, un marido y en algunos casos a todos. Se cancelaron 40 bodas de las 80 previstas, 62 viudas (de las cuales 12 embarazadas), 205 huérfanos, 64 padres ancianos y 107 hermanos menores. Como bien recuerda mi abuelo, los días siguientes a la tragedia todo el pueblo de Bermeo se tiñó de negro, del luto de la familias. 


La tragedia se repetía. Diez años antes el mar también había segado la vida de otros 56 pescadores locales. Pero el desastre de mayores magnitudes en aguas del Cantábrico tuvo lugar el 20 de abril de 1878, tristemente conocido por la 'Galerna del Sábado de Gloria'. En aquel negro episodio murieron 332 personas, de las que 85 eran bermeotarras.


Lo acontecido en 1912 dejó huella en la historia de Bermeo y casi todo lo que se conoce del desastre de 1912 es porque se ha transmitido de forma oral a lo largo del tiempo.


Zuzidun txakurra (El perro de la tea)

Según cuenta la leyenda existió antiguamente en Barakaldo un misterioso perro, que con una tea encendida en el hocico, hacía su aparición la noche siguiente al fallecimiento de alguien. 


Cuentan que cada vez que fallecía alguien, la noche siguiente a su funeral, aparecía por su casa. Enorme, negro y con fuego en sus ojos y en sus fauces. Muchos sorprendieron al txakurra merodeando las casas, pero nunca podían atraparlo. Siempre huía hasta sumergirse en cualquier lugar con agua, un pozo, una charca y hasta en un pequeño balde. Saltaba dentro y desaparecía.

Un vecino de Barakaldo, cuando murió su padre, durante el funeral pensó que la noche siguiente aparecería el perro en llamas, entonces durante el día, dibujó un lauburu alrededor de la casa, marcando el suelo con una azada. Solo dejó libre la entraba. Luego se aseguró de que no hubiese charco alguno ni recipiente que contuviese agua, y esperó.

Alrededor de las tres de la mañana (que dicen los cristianos que es la hora opuesta a la que murió Jesús, y es por eso que también es la hora que los malos espíritus asoman a asolar la tierra y a los mortales) apareció el Zuzidun, entró al lugar, y el aldeano rápidamente con varios golpes de su azada, terminó de formar el lauburu.

El perro corrió toda la vuelta de la casa hasta que notó que no podría salir. En ese momento, se calmó y aquietó. El aldeano se acercó cautelosamente y le preguntó qué quería, a lo que el txakurra contestó: ”Soy el espíritu de tu vecino que he muerto sin devolver las pertenencias que robé a tu padre. Y no puedo salir de otra forma hasta que alguien pague mi deuda”.

“Yo pagaré tu deuda así podrás descansar en paz”, respondió el aldeano, en ese momento, rompió el dibujo del lauburu y el perro desapareció. Días después, el buen hombre pagó las deudas del muerto, y desde entonces nunca mas volvió a ver al “Perro de la tea”.....

Los perros, se incorporaron a la mitología vasca en especial desde el advenimiento del cristianismo por eso desde el sincretismo que generó la nueva religión, en muchas oportunidades se les toma como seres poseídos por los espíritus de aquellos que han muerto sin confesión, o que, por algún motivo no han alcanzado el "paraíso".

sábado, 26 de abril de 2014

79 años del bombardeo de Gernika. No olvidamos la barbarie fascista


Fue un día como el de hoy, de hace 79 años cuando sucedió la barbarie. Era lunes 26 de abril de 1937, apenas pasaban unos minutos de las cuatro de la tarde cuando las primeras bombas empezaron a silbar por el cielo de Gernika. Aviones alemanes de la Legión Cóndor junto con aviación italiana, ambos aliados del General Franco en su lucha contra la República, lanzaron durante tres horas sus explosivas cargas contra la indefensa población civil.



La gente se resguardaba donde podía, salía despavorida rumbo a los campos alejados de la ciudad, muchos acudieron a los refugios antiaéreos, construidos con acierto poco antes por el temor de correr la misma suerte que la vecina localidad de Durango (bombardeada el 31 de marzo y en donde murieron más de 300 personas), algo que en efecto sucedió.

En solo unas horas toda la ciudad había quedado reducida a cenizas, destrozada, humillada. Las bombas incendiarias no cesaron de caer sobre las impotentes gentes que se encontraban en Gernika, y tras el bombardeo, quedaba lo peor, ver como el fuego arrasaba con lo poco que quedaba en pie.

Se estima entre 150 y 250 el número de civiles muertos en el bombardeo. No fue una operación contra objetivos militares, no fue un ataque de ejército a ejército dentro de una guerra, este bombardeo, al igual que el de Durango, fue un ataque premeditado contra población civil indefensa y desarmada. Fue un campo de pruebas para la aviación alemana de cara a comprobar los efectos de su poderosa artillería para una futura guerra que estaba ya muy próxima. En definitiva, este bombardeo fue una matanza de inocentes, las bombas se lanzaban por igual contra mujeres, niños, ancianos y todo tipo de personas humildes, trabajadoras que estaban al margen del conflicto. Franco así lo quiso.

A partir de entonces Gernika no volvió a ser la misma, ya que aquella gran herida nunca llegó a curarse totalmente por que jamás se ha hecho plena justicia, ni con Guernika, ni con Durango, ni con todas las atrocidades perpetradas por el ejército sublevado del bando nacional.


Fuente: El azote del tirano

Carteles: Aritz Garcia

domingo, 13 de abril de 2014

Todo 11 tiene su 13




El 13 de abril Venezuela celebra el doce aniversario del rescate popular de la democracia, después de un golpe de Estado que depuso brevemente al gobierno electo constitucionalmente. En esa ocasión, soldados patriotas izaron la bandera venezolana mientras el difunto presidente Hugo Chávez regresaba al cargo gracias a un levantamiento cívico-militar en contra del régimen ilegal, liderado por élites empresariales apoyadas por medios privados y poderes imperialistas. Este momento histórico fue una victoria para el pueblo venezolano, el cual resistió valientemente la violación del orden democrático, rechazando la violencia por parte de extremistas de derecha y ratificando su apoyo al gobierno electo.


La primera victoria electoral de Hugo Chávez en 1998 marcó un antes y un después en la historia de Venezuela, ya que acabó con el sistema bipartidista existente en el país, el cual se había vuelto corrupto y distante del pueblo. El día 11 de abril de 2002 grupos opositores hostiles al gobierno organizaron un paro general seguido de una manifestación que fue desviada de su recorrido autorizado y dirigida al Palacio de Miraflores donde otro grupo de manifestantes se encontraban dando apoyo al Hugo Chávez. La intención del cambio de ruta fue la propuesta de parte de Pedro Carmona de solicitar la renuncia del presidente Chávez.


Cuando esa marcha se tornó violenta, y empezaron a aparecer muertos de ambos bandos provocados por francotiradores, los medios privados controlados por la élite cubrieron y distorsionaron los eventos para culpar al gobierno. En un ahora famoso episodio en “Puente Llaguno” se dijo que seguidores del gobierno que se encontraban marchando estaban disparando a manifestantes opositores, cuando de hecho se estaban defendiendo de ataques por parte de funcionarios de la Policía Metropolitana que actuaban en complicidad con el complot del golpe.


Digno de ser analizardo es el uso que se hicieron de las imágenes tomadas durante dicho golpe en la zona de Puente Llaguno. Los medios mostraban a varios militantes de los Círculos Bolivarianos defendiéndose de los disparos una tanqueta con armas de fuego desde arriba del puente, sin embargo RCTV y Venevisión difundieron un montaje cinematográfico que ponía en lugar de los tanques, una movilización de la oposición, que sucedía en otro lugar de la ciudad, pero que al verlos editado por televisión, mostraban a los militantes chavistas disparándole a la manifestación de la oposición. Medio planeta vio y creyó que el chavismo estaba masacrando al pueblo.


Años después tras una investigación se supo que las imágenes tomada por el camarógrafo y el corresponsal de Venevisión, ubicados en una azotea cerca de Puente Llaguno, habían sido manipuladas en los estudios. La secuencia manipulada fue tomada y trasmitida varias veces por todos los canales privados y enviados al resto del mundo, para justificar el derrocamiento del presidente Chávez”


El 12 de abril de 2002, los golpistas secuestraron al presidente Chávez, anunciaron falsamente su renuncia y escogieron para presidir el gobierno transitorio al doctor Pedro Carmona Estanga quien juramentó al estilo de los monarcas absolutos. Posteriormente procedieron a arremeter en contra de los derechos humanos, disolver todos los poderes del Estado, anular la Constitución y otras leyes con apoyo de fuerzas externas que públicamente justificaron el golpe y reconocieron el gobierno golpista de facto.


Cuando las noticias del golpe se difundieron y salió a la luz la represión hacia seguidores del gobierno, a pesar de la censura mediática, el pueblo comenzó a exigir el restablecimiento del orden constitucional y el regreso de su líder electo. “Queremos ver a Chávez,” rezaban las consignas de quienes se concentraban alrededor del palacio presidencial el 13 de abril en una avasallante muestra de afecto y lealtad.


El intento de querer abolir la Constitución fracaso, porque el 13 de abril los mandos leales de las fuerzas armadas junto a la movilización popular, restituyeron los poderes públicos sustituidos por la breve dictadura de Carmona, rescatando los medios estatales de comunicación, y logrando que Hugo Chávez retornara al Palacio de Miraflores.


Los sucesos del 11 y 12 de abril frecuentemente los describen como un “golpe mediático” porque fueron promovidos por la manipulación de las televisoras privadas y periódicos que alimentaron la violencia. En ese contexto, los medios alternativos salieron al paso para informar al público, uniéndose a la resistencia popular y ayudando a acabar con el silencio impuesto por los golpistas. Mientras los ojos del mundo observaban con sorpresa, el pueblo venezolano y miembros leales de la Fuerza Armada rechazaron pacíficamente la dictadura, forzando a los golpistas y regresando al presidente Chávez al palacio. Esta victoria popular ahora se conoce como la Revolución de Abril.


Doce años después, bajo el eslogan “Todo 11 tiene su 13”, los venezolanos y venezolanas reafirman su vínculo de afecto con el gobierno que eligieron y en honor al pueblo organizado que salió a defender la Revolución Bolivariana se hará una gran movilización en las afueras del Palacio de Miraflores (sede de Gobierno), en Caracas, donde Nicolás Maduro se dirigirá a los asistentes.

viernes, 4 de abril de 2014

Salirse del capitalismo es la huelga definitiva



¿Boicotear a una empresa? ¿Dejar de comprar un día, una semana? ¿Huelga de consumo? ¿Hacer huelga en una empresa? ¿En un sector? ¿Un paro parcial, quizás? ¿Huelga general? ¿Por qué indefinida y no definitiva?

Dejar de participar en el sistema capitalista como consumidores y productores, desconectarnos para siempre de su sistema de propaganda y alienación cultural, salirnos de su juego, es la huelga definitiva que podrá acabar con él si es replicada por el suficiente número de personas. 

E incluso aunque no se alcance dicho número, beneficiará en todo caso a cualquier persona que la practique pues la liberará del sistema y la preparará para su inevitable derrumbe, que llegará más pronto que tarde, ejercitando la resiliencia personal, familiar, comunitaria. 

Todos al final deberemos aprender a vivir sin capitalismo y fuera del modo de vida industrial: hacerlo anticipadamente será hacerlo en mejores condiciones y disponer de más tiempo y recursos para facilitar la transición al poscapitalismo/postindustrialismo.

Fuente: De(s)varia materia (Manuel Casal Lodeiro)

Ongi etorri Endika!!